Virgen de Luján. Habemus Papam: LEON XIV , por Magalí Di Croce

Mi abuela Victoria fue un ser maravilloso. Como esposa, madre, abuela, ciudadana. Su paz y su calma hacían de su casa – junto al abuelo Nicolás- un hogar. Charlábamos de muchos temas en frente a su estufa hogar, si era invierno o en el patio entre las plantas si era verano, conversábamos de política, de cosas de antes, de cuestiones sociales y de todo tipo, cuando yo le preguntaba sobre su fe, su creencia religiosa, me decía que no creía en Dios, que era atea. Me lo decía muy fresca y tranquila. Sin inmutarse. Y yo me ponía mal. Pensaba cómo una mujer tan buena, tan sana, tan generosa, donde siempre en su casa había un plato más para quien llegara, querida por todos, que no hablaba de los otros, cómo podía decir que no creía en Dios, me dolía de solo escucharlo. Ella tenía colgando de su cuello una hermosa y grande medalla de la Virgen de Luján de oro, y tenía también la imagen de la Virgen de Luján en su mesita de luz, y solía regalar esa imagen. Yo no entendía. Un día...