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Mostrando entradas de abril, 2020

El Templo, por Magalí Di Croce

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Cuando cada 9 de noviembre la Iglesia celebra la “dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán”, la primera Basílica de la Iglesia en ser construida después del edicto del emperador Constantino en el año 313 que permitió a los católicos ejercer libremente la religión, reflexionamos sobre el valor que tiene para nosotros el Templo.  El Templo, que nos reúne, nos cobija, nos espera, nos abre sus puertas, para la Celebración de la Eucaristía, para la Adoración Eucarística, para orar en un lugar más propicio e íntimo, el Templo que nos recibe tanto individual como comunitariamente, para encontrarnos con el Señor.  El Templo, donde se celebran la mayoría de nuestros sacramentos y los de nuestros seres queridos: los bautismos, las Primeras Comuniones y Confirmaciones, los matrimonios, las confesiones y reconciliaciones, las ordenaciones sacerdotales y laicales…  El Templo, donde despedimos a nuestros seres queridos.  El Templo, que nos acoge como somos, el Templo que es

Es momento de unidad, por Magalí Di Croce

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Estamos en aislamiento pero no estamos solos  Estamos en aislamiento y, sin embargo, debemos estar más unidos que nunca…  Estamos en aislamiento de los cuerpos, no del corazón…  Estamos en aislamiento social, preventivo y obligatorio, pero podemos a su vez, estar muy cerca unos de otros…  Este es el momento propicio para que florezca la empatía – y de hecho está sucediendo- la generosidad, las voces amables, la calidez de la palabra que abraza a la distancia, la capacidad de compartir desde el saludo o un barbijo, hasta una receta o un plato de comida, desde una charla con el que está solo, hasta una sonrisa con el que está triste, o la capacidad de escucha…  Es el momento de “ver” al otro, de apoyarnos, ayudarnos, de evitar críticas estériles, ser positivos, conciliadores, aún con los que piensen de otra forma.  Este es el momento de elevar juntos una oración aun cuando nuestra fe sea diferente  Es el momento de ver lo bueno en todos, porque todos, todos,

Silencio en el Pueblo, por Marcelo Musarra

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Nuestras calles se van cubriendo de noche, solo se escucha el sonido del silencio que caracteriza a este lugar , salgo a escucharlo porque me encanta, cada uno está en su casa , yo me dejo llevar por el silencio sentado en ni reposera; en un patio rodeados de hermosas plantas y que cada vez que vengo me abrazan y me animan a volver cuando debo regresar y que, por otro lado, marcará la historia que comienza a escribirse y pienso este lugar "me hizo lugar" y nació una nueva familia , volé y concreté proyectos . San Cayetano es para mí sinónimo de muchas cosas, trabajo, bienestar espiritual, solidaridad, empatía, creatividad. Era un absoluto desconocido y de pronto su gente empezó a saludarme , a darme la mano, a preguntarme ¿lo llevo? y yo responder nos conocemos???? Pero si hombre "usted es el del museo" y ese soy yo . El del museo, el esposo , el profe, el sobrino politico, el abuelo del corazón, el amigo de la ciudad del cemento. 

Mis Recuerdos (Carlitos Rodríguez), por Silvia Travaglia

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Hay algunas personas que recuerdo muy especialmente. No tiene que ver con que haya tenido relación directa con ellos, sino con que, cada vez que iba a San Cayetano, los encontraba ahì, del mismo modo y como eternos en su ser.  Carlos Rodríguez era uno de ellos. Lo recuerdo desde muy chica, él trabajaba en lo de Don Emilio Linares, La Palma. Junto con uno de sus hijos, traía pedidos a domicilio.  Quizás porque era niña y porque lo merecía, me parecía un hombre muy bello y muy amable. Tengo en especial un recuerdo de un Día de Reyes. Por ese entonces yo creía a medias, dudaba de quienes hacían esos regalos que recibíamos. En la escena a la que me refiero, tanto él como uno de los hermanos Linares estaban disfrazados de Reyes Magos. Para mí era mágico de verdad... hasta que don Andrea Pastorino, el padre de Luciano, abuelo de Roberto, riendo a carcajadas dijo " Este Carlitos!!!". Era Carlitos Rodríguez y me daba cuenta a traves de su máscara. Mi ilusión ya cayó por

MODO AVIÓN, por Federico Schmidt

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Llevo días pensando en qué escribir… e indudablemente, mis recientes 35 vueltas al Sol, me han hecho socavar en lo más profundo de mi ser; que es hora de hacer una reflexión en alto. Y...creo, que la voy a hacer. Sin embargo, me pregunto…¿Por qué vacilé tanto esta vez para escribir algo? Sin lugar a dudas, debe ser el efecto Cuarentena. Si miramos hacia atrás, en 1348, la peste negra o peste bubónica cayó sobre Florencia y siete mujeres y tres hombres jóvenes huyeron de la ciudad para refugiarse en una villa campestre. ¿Qué hicieron en aquellos tiempos en los que no había Netflix, ni Facebook, ni Twitter, ni Whatsapp?. Los jóvenes florentinos se entretuvieron contando cuentos durante diez días. Cien cuentos para ser exactos y el libro que recoge aquellos relatos se llama"‘Decamerón", por Giovanni Boccaccio. Entre los temas de los cuentos dijeron presente: el amor erótico y el amor trágico, la inteligencia humana y la fortuna. ¡Wow! ¡Cuánta riqueza de contenidos en ese l

Extrañando ando, por Ana Delia Rodríguez

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  Extrañando ando mi vida sin cuarentena…. Ya me cansé de las maratones gastronómicas, de la lavandina que me dejó sin huellas dactilares, de acostarme y levantarme a cualquier hora. Quiero de regreso mi vida ordinaria, con la rutina de cada día, y de la que antes me quejaba…  Por eso quiero relatarles uno de esos días comunes, que ahora me parecen extraordinarios.  Como cada mañana, hago un desayuno light, café, jugo de naranjas y una tostada y me meto a la ducha, y ahí empieza el calvario de la gorda. Champú de almendras, acondicionador de nueces de macadamia y jabón de castañas. Salgo, me seco y me paso crema humectante de pera silvestre y chocolate ( un envase me alcanza para una pasada en mi extensa anatomía). Y ahí me pregunto: ¿ ¿Que soy? ¿Una torta vegana? ¿ Cómo carajo hacés dieta si desde que te levantás te meten por los ojos y la nariz imágenes y olores a comida? Y doy gracias que no han inventado el champú de choripán o la crema nutritiva de ravioles!  Me cambio

La Pantera Rosa (Segunda Parte) por Rosana González

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                            Pincelada autobiográfica en rosa (Brochazo 2) La pereza no es buena aliada pero me faltaba lucidez para comprobarlo. Fue por eso que en más de una ocasión opté por dejar apoyada mi bicicleta en la pared exterior -como antes- incluso con los libros que usaría al día siguiente, en las primeras clases de la mañana. Nuevas advertencias de madre. Misma indolencia de hija. Y la profecía se cumplió de modo inexorable una vez más. Nadie escapa a su destino cuando la verdad se revela de antemano. Y así fue: desapareció una noche, sin dejar una estela de luz rosada que me permitiera seguir su rastro incierto. No podría afirmar que no me dolió pero me lo había ganado una vez más por pelotuda (sabrás disculparme, lector, pero no cabe aquí la palabra negligente: para los argentinos el primer adjetivo tiene una potencia insustituible y nuestro querido Fontanarrosa me justificaría). De este modo, asumiendo mi destino, volví a recuperar sin remedio mi hábito anteri

La Pantera Rosa (Primera Parte), por Rosana González

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Pincelada autobiográfica en rosa (Brochazo 1) Parece abrirse un mundo de infinitas posibilidades cuando comenzamos a trabajar después de haber atravesado la aventura de estudiar en otra ciudad. Retornar al lugar que nos vio crecer abre nuevos desafíos para estrenar un título con un campo de acción garantizado. Ya era profesora en Lengua y Literatura. Atrás quedaban las vivencias doradas de aquel tramo donde se afianzaron amistades, hermanadas por logros y sinsabores. Esos lazos que anudan muy fuerte desde el corazón para anclar alegremente en el alma. El tiempo se había encargado de diluir muy rápido la ansiedad y nostalgia inicial, devorando en pocos años la llegada a la meta. Quedarme en aquella ciudad fue tentador pero nunca había entrado en mis planes. Mi propósito era desplegar mi vocación donde hiciera falta. Y la verdad es que no había especialistas en la materia en aquel entonces en San Cayetano y me esperaban con los brazos abiertos. Fue así que se fue desplegand

El Bien Común, el Bien individual y la crisis, por Magalí Di Croce

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Siempre me movilizó la teoría del Bien Común, analizar el Bien Común, comprendiendo que el Bien Común debe necesariamente estar por encima de los intereses personales, sean éstos egoístas o no , y a su vez que no debe estar reñido con el bien personal o individual, sino que deben ambos complementarse, ambos son para el bien de la persona, sujeto de derechos y libertades.  El Bien Común es el bien de todos, todos, sin exclusiones, no el bien de la mayoría, no el bien de los que mandan, no el bien de los privilegiados, no, el Bien Común es el Bien de Todos.  El Derecho es un instrumento para el bien común, y cuanto más civilizado y humanizado está un pueblo, cada vez es menos necesaria la coacción, sino que es la convicción, la que impulsa a respetar las normas que construyen, y sostienen el Bien Común.  En este tiempo de Pandemia, de cuarentena obligatoria, me viene a la mente la noción de Bien Común. Considero adecuadas e indispensables las

Recordando a Malvinas con nostalgia de niño... , por Jorge Dip

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Fotografía de Jorge, en momentos de hacerle una entrevista a Gustavo Acacio, sancayetanense que estuvo en  la Guerra Malvinas Después de hacer berrinches durante un año y no querer subir al colectivo de la Municipalidad que transportaba alumnos a los jardines de infantes, llorar y patalear, tironear la camisa del chofer Francois, abandonar el primer año de preescolar, finalmente empecé la experiencia educativa.  A los pocos días de ser alumno del Jardín N° 901, el de la Avenida San Martín, yendo para el Parque del Club Independiente para que se ubiquen sancayetanenses o pidan referencia quienes nos visitan, me tocó vivir una experiencia imborrable.  No fue una canción infantil, ni el juego que nos enseñaban con tanta dedicación y paciencia las “señoritas” como se les decía a las docentes. Tampoco el paso obligado por una estructura de metal que había formado parte de una carroza de festivales infantiles, a la que se conocía como “el cohete”, porque eso era...con una puer