Fabio, por Silvia Travaglia

Mi papá Héctor, con Fabio, paseando por San Cayetano Hay historias que son divertidas, hay historias que son tristes, otras impactantes. Pero hay historias que "deben" ser escritas porque su protagonista lo merece. Fabio ingresó a nuestras vidas como cuidador de mi papá. El necesitaba alguien que lo acompañe y atienda durante sus últimos años debido a un proceso neurológico incapacitante y al que se sumó la dificultad de un brazo quebrado que no pudo ser intervenido, dada su edad. No recuerdo cuanto tiempo fue, ni cuáles eran las tareas específicas, lo que quiero es reflejar el espíritu con que las realizaba. Para mi papá, un hombre inquieto y ágil, que sabía hacer de todo y quería saber siempre un poco más, fue un compañero de lujo. Recuerdo que lo esperaba sentadito en la cocina, con frío, con calor, o lluvia y con una gran alegría s...