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Mostrando entradas de septiembre, 2019

Servicio, por Eugenia Marchesín

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En esta fotografía estoy con Coca Destéfano, le estoy  "ayudando" a preparar la mesa para cirugía...debieron hacerme un trajecito de enfermera...                                                                            Tres Arroyos-1949.. - “ Mamá, me dijeron que en San Cayetano no hay enfermero, vamos? Con un noviazgo terminado y una madre viuda dispuesta a seguirlo, partieron a probar suerte al pueblo vecino. Llegaron a San Cayetano con unas pocas pilchas dentro de un pañuelo grande, atado por sus 4 puntas. Ella era doña Ester( mi abuela paterna), él era Tito( mi papá). El stud para caballos que había detrás del edificio, pronto se transformó en su casa, al otro extremo se construyó la morgue y adelante, un galpón de chapas para la ambulancia. Acondicionaron unas habitaciones y dos consultorios, ocuparon a Eduarda, la lavandera, a Adela, la mucama y pusieron en marcha “la

Nuestro viaje a Dinamarca, por Violeta Andersen

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Nuestra fotografía sendados en la piedra que, según dicen, estuvo sentada nuestra Reina Margarita                                                  Me llamo Violeta Andersen y mi esposo Pablo Skousen. Estando nuestra hija Patricia en Dinamarca, viajamos con Pablo hacia allí. Debo aclarar que Patricia trabajó en tres partes para  ahorrar y ¡comprar los pasajes para nosotros dos de regalo! Desde San Cayetano a Buenos Aires fuimos en remisse. A pesar de que yo juraba que nunca subiría a un avión, tuve que aguantarme el temor y volar por primera vez. Creo que venció la alegría y la emoción de viajar, porque el traslado por el aire…por las alturas…no tuvo ningún inconveniente. Estuvimos los primeros quince días en Copenhague, alojados en el departamento del patrón de Patricia, que estaba internado por una operación.  Fuimos a visitarlo y le llevamos de regalo unas boleadoras originales de cuero que le encantaron, aseguraba que “Esto sí es verdadero”. También se sorprendió mucho por

La Playa sin Luna...por Magalí Di Croce

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 Muchos terapeutas aseguran que tener mascotas prolonga la vida, da mejor calidad de vida, hace bien….  De chica tenía locura con los gatos y siempre tenía uno, en casa y también en casa de los abuelos había siempre un gato…Confite, Mini, y muchos muchos más…  Cuando María Magalí tenía cinco años, venían con Osvaldo de nadar en el Ciclista, un mediodía de muchísimo calor, y al bajar del auto descubrió un perrito cachorro abandonado y, en complicidad con su padre, lo entró a casa…para darle agua, algo de comer…. Ni bien lo vi dije: “-Ese perro vuela de acá, le dan agua, comida y vuela-”, más allá de que evidentemente mi autoridad no es tomada en serio y de que los perros no vuelan…   María Magalí se volvió loca con el perrito, era un cachorrito bellísimo, peludito, y le puso nombre: “Toby” …  La cosa venía brava…con nombre era más difícil de que lo largue…ya estaba adoptado… a la tarde vino Susana a tomar sol y con ella llamamos a Tucho, el experto

Los 80 (en lenguaje de esa época), por Silvia Travaglia

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                                       En 1983 fui titularizada, después de varias suplencias, como Asistente Educacional en la escuela Nº 28 de Florencio Varela, quedaba cerca del Cruce de Varela y viajábamos a dedo desde La Plata, todas las que trabajábamos en esos lugares.  En esos 11 años que trabajé en esa zona pasaron un montón de cosas que cambiaron mi modo de ver la vida para siempre (y no estoy demasiado segura si fue para bien).  De todo lo que viví hoy elegí dos anécdotas.  La escuela era de esas construcciones modulares, no tenía espacio para Dirección ni mucho menos para Gabinete. Ambos funcionaban en aulas a las que se les ponían una o dos bibliotecas para dividir y hacer un sucucho, poco íntimo, pero que separaba del resto del aula, donde se daba clase.  A poco de transcurrido el año, advierto que me era muy difícil hacer mi trabajo así. entonces resolvimos con Graciela Ocampo, una Asistente Social que era de la zona y que tenía una potencia impresionante, q

Dolor guardado, y vida...por Magalí Di Croce

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Florencia, en el día de su Bautismo, con Osvaldo y yo … cargaba -sin saberlo- ese profundo dolor en el alma… sólo la vida, la Vida… pujando por la Vida, podía darlo a luz… y de alguna manera redimirlo… Sólo pensaba en la vida, en su vida gestándose, en su nombre de flor, en la primavera que traía a nuestras vidas… Sólo pensaba en su vida, en nuestras vidas… Cómo sería… su carita…sus manitos…sus ojos mirándonos… Sólo pensaba en la vida que florecía y crecía dentro mío… Sólo pensaba en acunarla… Sólo pensaba en el amor que le teníamos . Y me detuve a esperarla - como debe ser- a esperarla cada día…hasta que llegara el día… El futuro era la vida que llegaba, y no había porqué pensar en el pasado - más aún cuando el pasado era de los otros- … Era la primavera en la ciudad de La Plata, con sus cálidas tardes, sus aromas, el sol generoso sobre toda vida, la gente que iba y venía por calle 8, los estudiantes bulliciosos, los oficinistas apurados, el kiosco de flores rebosa

Otro picnic, por Silvia Travaglia

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Imágenes de archivo de ese día                               Fue tanto lo que anunciaron los parlantes del comedor universitario acerca del evento del 20, que decidimos ir.  No nos movía tanto un interés político, sino estar con otros jóvenes, algunos eran pibes que nos gustaban, y un poco de sed de aventura.  En la pensión en que vivíamos en La Plata, era obligatorio llegar antes de las 21 horas, de modo que tuvimos que decir que nos quedábamos a dormir en otro lugar porque la convocatoria era para la madrugada.  Pasamos la noche en la sede de una Agrupación que se llamaba FAEP, tomando mate, guitarreando.  Tomamos un tren hacia Lomas de Zamora, llegamos a las 9 y desde ahí caminamos con una multitud hacia el lugar previsto. No teníamos ni idea de por dónde andábamos. Al mediodía nos asomamos desde un lugar más alto y vimos hacia abajo una cantidad inmensa de gente , como nunca volví a ver.  A medida que nuestra columna fue acercándose, el ambiente se fue enrare

De los pelos, por Gloria Travaglia

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Fotografía mía de niña...con una sola colita en el pelo.... Quién no tiene anécdotas de la niñez? Cuando era pequeña de 5 o 6 años solía usar el pelo con dos colas bien altas, en la esquina de mi casa estaba el almacén de Don Servando Molina al cuál iba a hacer los mandados de la casa, por la cercanía podía hacerlo sola, esta pequeña incursión en la vida de la calle tanto para jugar como para comprar han generado múltiples anécdotas de las cuales hoy sólo voy a contar una. Como dije antes usaba el pelo con dos colas muy pero muy altas, cuando iba de compras al almacén de Molina, María Dolores, (seguramente los de mi edad o más la conocieron por que daba inyecciones a domicilio) estaba fascinada con mi cabello, lo acariciaba y siempre que iba me decía: … cuando me vas a regalar una colita ? realmente era muy insistente, no sé si fue por complacerla o porque tanto va el cántaro a la fuente que un día , sin decir agua va, me corté de cuajo una de mis tan preciadas colitas

De talones y desnudos, por Silvia Santipolo

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                                 Historia con la señorita Lidia fue una materia sorprendente ni bien comenzamos nuestro primer año de secundaria. Ya no era ‘estudiar la lección’ de la escuela sobre temas más o menos conocidos: Colón, los indígenas, Sarmiento y el telar de su mamá, Belgrano y la bandera, San Martín y el cruce de los Andes. Historia pasó a ser un mundo diferente de pueblos lejanos y muy antiguos en el tiempo. Sumerios, asirios y caldeos, egipcios… ¿qué era eso? ¿de dónde salieron?  Estudiábamos del libro de Astolfi, con textos sesudos y algunas imágenes en blanco y negro, claro está. Menos mal que la profesora nos explicaba, nos daba ejemplos, porque de otro modo, dar la lección en el frente, mirando a la clase y en voz alta… hubiera sido un desastre. Como decíamos entonces, ‘qué manera de cortar clavos’. O, ya más desesperados, atar el pañuelo a Santo Pilato…  Pasadas unas semanas, un nuevo tema, también raro: la mitología, Homero, ‘La Ilíada’ y la ‘Odisea’. Dio

Mi rosa, la "Pato Barraza", por Magalí Di Croce

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Fotografía de una de las rosas que me dió el rosal "Pato Barraza"                            Me encantan las plantas y las flores, y verlas , o percibir su aroma, me trae recuerdos de la misma manera que un perfume me recuerda un momento, o el olor de una comida me traslada a mi niñez o a algún tiempo vivido. Los alelíes y malvones al jardín de la abuela, el ceibo a casa de mamá, los aromos a mi cumpleaños porque siempre florecía cerca de mi cumpleaños y mamá cortaba un buen ramo y lo ponía en el florero… y hasta hace poco, con sus largos ochenta y pico años, el tío Dante, me seguía trayendo un ramo cerca de mi cumpleaños, …los jazmines con ese perfume que colmaba la casa, me recuerdan a la tía Julieta y al tío Palito, ella me traía unos ramos bellísimos que parecían el bouquet de una novia y él, en alguna pasada, también me acercaba un jazmín, las fresias a la abuela Adela, la abuela platense de Osvaldo y Alberto, que nos adoptó como n

Fabio, por Silvia Travaglia

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Mi papá Héctor, con Fabio, paseando por San Cayetano                                        Hay historias que son divertidas, hay historias que son tristes, otras impactantes. Pero hay historias que "deben" ser escritas porque su protagonista lo merece. Fabio ingresó a nuestras vidas como cuidador de mi papá. El necesitaba alguien que lo acompañe y atienda durante sus últimos años debido a un proceso neurológico incapacitante y al que se sumó la dificultad de un brazo quebrado que no pudo ser intervenido, dada su edad. No recuerdo cuanto tiempo fue, ni cuáles eran las tareas específicas, lo que quiero es reflejar el espíritu con que las realizaba. Para mi papá, un hombre inquieto y ágil, que sabía hacer de todo y quería saber siempre un poco más, fue un compañero de lujo. Recuerdo que lo esperaba sentadito en la cocina, con frío, con calor, o lluvia y con una gran alegría siempre (cosa que en esos tiempos no era habitual por su enfermedad). La palabra de Fabi

Los deberes y los "Lo sé todo", por Silvia Santipolo

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                                 Los deberes de la escuela primaria, allá por nuestro séptimo grado en 1973, tenían cierta regularidad. Las tareas para las cuatro materias nos llevaban un buen tiempo, dependiendo del día de la semana. Casi todas las tardes, nos reuníamos con Patricia, mi compañera de banco, mi buena compañera de banco, para hacerlas y hacerlas lo mejor posible. No era cuestión de llevar deberes ‘para zafar’ a la señorita Norma ni problemas matemáticos sin resolver a la señora Marimar.  Digo cierta regularidad, porque había un método a seguir para cada materia. Les cuento:  LENGUAJE significaba leer la lectura, buscar en el diccionario las palabras desconocidas y copiar en el cuaderno dicha palabra y su significado, bajo el título VOCABULARIO. Por entonces, todos teníamos un libro de lectura igual y todos leíamos lo mismo. Después, un pequeño resumen ‘con nuestras propias palabras’, método aparentemente infalible para comprender el texto. Por último, una

De la Milagrosa a Salta, por Magalí Di Croce

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Imagen de la  Inmaculada Madre del Divino Corazón Eucarístico de Jesús, la Virgen del Cerro  Imagen de la Medalla Milagrosa  Fotografía del día de la Peregrinación en el Cerro                                           Siempre fui bastante reacia a aceptar cosas o hechos que no tuvieran una clara explicación lógica, en general, y respecto de cuestiones religiosas en particular, sólo considero incuestionables y verdaderas a las reconocidas expresamente por la Iglesia Católica porque, para los católicos,  ella ejerce el Magisterio de la fe y la doctrina. Es una postura lógica. Sin embargo debo reconocer, sin poco asombro que a mi rígida lógica, la sacudió un cimbronazo. En mi camino de fe, María, se fue acercando a mí con calidez maternal…llegando de diferentes formas…cuando me recibí de abogada, Chela una prima hermana de mamá me regaló la Medallita llamada Milagrosa, y me encantó el regalo…en mi ignorancia sobre el tema me e