Los deberes y los "Lo sé todo", por Silvia Santipolo



                                 Los deberes de la escuela primaria, allá por nuestro séptimo grado en 1973, tenían cierta regularidad.
Las tareas para las cuatro materias nos llevaban un buen tiempo, dependiendo del día de la semana. Casi todas las tardes, nos reuníamos con Patricia, mi compañera de banco, mi buena compañera de banco, para hacerlas y hacerlas lo mejor posible.
No era cuestión de llevar deberes ‘para zafar’ a la señorita Norma ni problemas matemáticos sin resolver a la señora Marimar. 
Digo cierta regularidad, porque había un método a seguir para cada materia. Les cuento: 
LENGUAJE significaba leer la lectura, buscar en el diccionario las palabras desconocidas y copiar en el cuaderno dicha palabra y su significado, bajo el título VOCABULARIO. Por entonces, todos teníamos un libro de lectura igual y todos leíamos lo mismo. Después, un pequeño resumen ‘con nuestras propias palabras’, método aparentemente infalible para comprender el texto. Por último, una ILUSTRACIÓN que tuviera (al menos) algo que ver con el tema. Un dibujo prolijo y bien pintado. Buena ocasión para usar los KOKITOS…léase en la actualidad: fibras de colores. Ya en clase al día siguiente y parados al lado del banco, leíamos en voz alta un poquito cada uno y ¡ojo! a no distraerse, porque por ahí llegaba el ‘Siga usted, fulanita, fulanito…’ y qué papelón si estábamos papando moscas. 
Geografía e Historia conformaban SOCIALES. La tarea consistía en responder las preguntas que copiábamos a los apurones antes de que tocara la campana de salida final. También para estas materias teníamos un libro en particular, el ‘Manual del alumno bonaerense”, donde buscábamos las respuestas a unas tres preguntas cuando era ‘poco’, a unas seis preguntas cuando ya era bastante y a unas nueve preguntas cuando ¡ufaaa! era ‘muuuucho’… Una vez más el VOCABULARIO y la ILUSTRACIÓN, que en este caso era más complicada, porque podía ser el rostro de un prócer, un mapa con vericuetos y palabras chiquitas o, en fechas especiales, el Cabildo o la Casa de Tucumán. Como broche bastante desagradable si era ‘muuuucho’, APRENDER LA LECCIÓN…lección que se tomaba oral al otro día en unas clases que se hacían tensas e interminables cuando íbamos algo ´flojas de papeles’… ¿me toma? ¿me salvo? 
Los deberes de CIENCIAS NATURALES eran muy parecidos a los de sociales, sólo que plantas, cuerpo humano, animales, cielo, tierra, rocas, agua, y demás clases de vida eran más tangibles, más fácil de conocer o de experimentar, ¿quién no hizo la germinación del poroto? ¿quién no llevó hojas verdes o secas para clasificarlas por su forma? ¿quién no pegó pedacitos de algodón para simular las nubes en el ciclo del agua? 
Planteo, operación y solución eran los tres pasos en la resolución de PROBLEMAS de MATEMÁTICAS. Un planteo que resumía el quid de la cuestión: con números e iniciales marcábamos lo sabido y lo por saber. La operación era la ‘cuenta’ y la solución, la respuesta final y concluyente. Pero nada de poner el número pelado, por ejemplo, 4 y listo. No, lo correcto era ‘A Juan le quedan 4 caramelos en el bolsillo”. Cada subrayado y de ser posible, cada signo, iba con color. Si eran figuras geométricas, también con color, con letras en sus vértices, con los grados de los ángulos, con los centímetros de los lados… 
Algunas veces, no muchas, debíamos INVESTIGAR, o sea, buscar algo que no estaba en el manual. Y acá viene el recuerdo especial de la querida Patricia. Ella tenía la colección de libros “Lo sé todo”, unos libros grandes, de colores vivos, con ilustraciones bellísimas que a mí me fascinaban y que Patricia compartía con verdadera generosidad. Por eso cuando había que investigar, sí o sí, los deberes los hacíamos en casa de Patricia y usábamos esos libros, esos tesoros de papel, que no estaban al alcance de todos y que, por lo tanto, cuidábamos como oro. 
Pasados muchos años, otra amiga, María Elena, donó muchos de sus libros de la infancia y también generosamente, acercó a mi biblioteca esa maravillosa colección de “Lo sé todo”, que guardo con tanto cariño.
Pero no simplemente los guardo, ¡claro que no!, los usamos en el taller (sus resúmenes literarios son fenomenales) o haciendo deberes con mis nietos y sus compañeros. Los dibujos, los colores, las letras de sus títulos, las explicaciones sencillas, son mucho más atractivos que las mustias fotocopias en blanco y negro. 
Los deberes y los “Lo sé todo” … recuerdos, anécdotas, amistad y hechos sencillos que ocupaban nuestro tiempo y que hoy nos sacan una sonrisa.

                                                Silvia Santipolo


Silvia, ya tiene presentado un texto en este Blog, se lo puede ver acá



Comentarios

  1. Silvia, creo que muchos nos identificamos con tu texto...los deberes...la maravillosa colección de "Lo sé todo" que yo usé y disfruté muchísimo porque mi tía Julieta, como docente de escuela primaria, los tenía...el nombre sancayetanense que les pusimos a las fibras y quedó por generaciones...y otra cosa que surge de este bello relato: tu amor por los libros... me encanta!!!

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