Mi calle en el mundo, por Marianela Moyano

Esta fotografía  de nuestra calle es gentileza de Susy Cisneros


Barrio: Malvinas.
Calle: ……………………..

Es la calle interna, la 25 bis, la calle sin nombre… 
Esa calle es la venita de mi barrio, de mis juegos, de mi infancia. Es mi calle en el mundo. 
Es la que divide las casitas todas parecidas, casas de barrio municipal… La que ha tejido lazos entre familias, cuando íbamos y veníamos de una casa a la otra: 
porque nos faltaba un huevo, un limón o una tacita de azúcar, 
porque necesitábamos hacer un llamadito y pedimos usar el teléfono, porque había una ropa que los nuestros o nuestras ya no usaban más y por ahí podía servirles a tus nenes o nenas, la que cruzamos porque vimos el móvil de la policía o la ambulancia en la puerta y nos acercamos para saber si estaba todo bien, si necesitaban algo, la que nos convocó detrás de una nota cuando pedimos que nos llegara el asfalto. 
Es esa calle la que nos ha unido durante tanto tiempo, desde los primeros años de la década del ‘80. 
La primera que crucé cuando aprendí (o me dejaron) cruzar la calle. 
Es mi calle favorita, porque ahí jugué libremente con mis hermanas, con mis vecinos y vecinas (algunas de las cuales se han hecho amigas-hermanas, como las “nenas de Del Vecchio” que - aunque estén muy lejos, incluso cruzando provincias u océanos -, las siento de mi familia y para mis padres seguirán siendo “las nenas”). 
En esa calle aprendí a andar en bici, en una Aurorita naranja que recibí de regalo de cumpleaños, con una tremenda risa - casi llanto - y que una foto guardó para siempre. En esa calle pedaleé, con muchos nervios y sin rueditas, con ayuda de mi vecino Hernán, que vivía al lado de mi casa que era la 19. Recuerdo la emoción cuando logré hacer esa cuadra, de punta a punta, ya llegando la noche de ese emocionante día. 
Esa calle fue testigo de tantos momentos. “¡Está la comida!” o “¡A comeeeeer!”, dijeron nuestras madres, a grito pelado, cortando los juegos que siempre se extendían hasta tarde. Pusimos música a todo lo que daba desafiando a quienes dormían la siesta. Jugamos a la radio, hablando con micrófono, haciéndonos las locutoras con Malvina, mi vecina y amiga de enfrente. Sonaron guitarras y voces en los cumpleaños de verano, en el garaje de la Familia Ávila; me acuerdo que una noche mi viejo desde casa pidió que Luisito, Martín y Carlitos tocaran otra vez “Aquí se queda la Clara”, y desde casa completamos “… la entrañable transparencia (…)”. 
Por esa calle desfilamos con todos los disfraces y maquillajes posibles. Hicimos quioscos. Vendimos miel. Cruzamos colchones para hacer campamentos en el patio de mi casa. Paseamos a un muñeco de Yael, que tenía olor rico, como a bombucha perfumada, y jugamos a la casita en porches y patios. Juntamos “toritos” (esos escarabajos negros con cuernos), los guardamos en frasquitos, y se los dejamos en las puertas de sus casas a Anita y Carolina, un día que nos peleamos mucho después de jugar por horas. 
Esperábamos con mucha expectativa a cada familia que alquiló la casa que estaba pegada a la mía. Ahí, cerquita, hay una Virgencita, que recibió nuestras oraciones y las flores que cortábamos a escondidas en nuestros patios. Ahí también fueron mi hija y la de mi hermana Rocío, que hoy juegan con los hijos e hijas de Luciana, de Jorgelina, de Evangelina (después de cruzar de una vereda a la otra, como nosotros y nosotras antes, hace ya muchos años). 
En la otra punta, cerquita de la calle Colón, donde vuelve a quebrar su trayecto recto y se hace curva la calle (nuestra calle) sin nombre, las luciérnagas se reunían cada verano, en ese rinconcito verde con pinos, donde jugábamos a las escondidas y al veo-veo. 
A esa calle todo el mundo le dice “interna” porque está dentro del barrio. Y ahora que lo pienso y que escribo esto, siento que está y estará dentro nuestro, porque es y será siempre nuestra - aunque ya no vivamos ahí -. 
Esa callecita, que fue de tierra y se cubrió de asfalto, que es paralela a la Moreno, y que no todos transitan, nos ha dado el honor de crecer entre sus márgenes o de envejecer en ella. Y aún no tiene nombre, como tampoco tiene nombre todo lo que hemos vivido en ella. 
Ahora esa calle me siente pasar, cuando voy a casa de mis padres. La miro siempre desde el porche de esa casa que me vio crecer. Miro todas las casas, todas las familias que, en su mayoría, son las mismas que antes, las de siempre. Hay algunas familias nuevas, y algunos hijos e hijas que llevaron ahí a sus propias familias. 

Esta es una fotografía actual de la calle, que me alcanzó mi hermana Rocío
    
             En marzo volví a esa calle, a la calle sin nombre, y a causa de la propia calle, de su falta de nombre. Porque siento que a esa calle le debo mucho. Esa vez pedí el apoyo de quienes fueron mis vecinos y vecinas. Nadie me dijo que no, todos firmaron mi primer proyecto como concejal, que nuestra calle tenga nombre: “Nuestros Héroes de Malvinas”. Y en ese encuentro los vecinos y vecinas me pidieron cosas… un reductor de velocidad, un mural… y fue hermoso sentirse otra vez parte de ese barrio, como cuando nos ofrecíamos ayuda o pedíamos un huevo, un limón o una tacita de azúcar. 
                                                                  Marianela Moyano  





Marianela es hija de Mary Serrano y Mario Moyano; compañera de Lucas Altamirano y mamá de Ernestina. Estudió Licenciatura en Comunicación Social, en Córdoba, en la UNC, luego de terminar sus estudios secundarios en el Instituto Domingo Faustino Sarmiento. Hizo la primaria en la Escuela N° 19 de San Cayetano. Es actriz amateur. Actualmente es concejal (2019-2023). 




Comentarios

  1. Marianela, tu escrito me ha emocionado profundamente, más allá de lo bello y rico del relato, me ha hecho revivir mi barrio de niña, donde, entre otros tantos jugábamos con tu papá Mario y tu tío Sergio, nietos de la querida Tere, tan amiga de mi abuela Victoria...Tu texto pinta la vida del barrio en un pueblo, con esa ternura que nos enriquece el alma...gracias por compartirlo!!!

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    1. Gracias a vos, por este hermoso espacio, lleno de recuerdos, de infancia, de pueblo, de vida.

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  2. Hermoso y emocionante Mari!! Susana Di Croce

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  3. Ufffffff Mane... como te decíamos en el barrio que hermoso lo que escribiste me hiciste caer algunas lágrimas extraño muchísimo nuestro barrio ahora cuando fui en vacaciones lo primero que hice es mirar todas las casas que lindo y recuerdo cada cosa que pudiste te mandó un beso enorme MANE.... gracias por recordarme de alguna manera ...😭

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    1. Imposible olvidar a quienes formaron parte de mi infancia. Abrazo "Luisito" (para mí siempre vas a llamarte así).

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  4. Hermoso relato!! No viví en el barrio pero tengo tantos recuerdos que lo siento propio. Un abrazo a todos los amig@s del barrio, que al leerlo regresemos un poco a esas épocas.

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  5. Cuántos recuerdos,pasé gran parte de mis vacaciones allí,en casa de las nenas(mis sobrinas) Del Vecchio y volví para que mi hijo (alumno de tu mamá)jugara en sus charcos.Precioso tu escrito,saludos Mane.

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    1. Hola Silvina! Me acuerdo de los ojazos de tu hijo! Y de su dulzura. Saludos para todos ustedes.

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  6. Qué hermoso el relato, la gente, todo lo que regalaste con esos recuerdos. De chico, jugué "de visitante" muchas veces en esa calle, mis abuelos vivieron un tiempo en la casa Nº 1. Luego de adolescente transité muchísimo, con uds. y todos esos amigas y amigos que nombrás. No fue nuestra calle, pero otra cosa para rescatar, es que siempre estuvo abierta a forasteros que se sentían más que a gusto. Hermoso, Mane!!!

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  7. Esa calle fue, para mi, que ya no vivía en San Cayetano cuando se construyó ese barrio, un signo de cierta "modernización" del pueblo. No sé si hubo otros barrios asi antes. Lo que me producía curiosidad era justamente ese sector, porque había quedado asi?. No me coincidía con la cuadratura de las construcciones habituales. Pasaba por ahi alguna noche en que llevabamos a Mario después de algún ensayo de teatro y siempre me llamó la atención.
    Tu hermoso relato me llenó de vida ese recuerdo y me hizo pensar en que no importa que sea prolijamente cuadrado todo, que las curvas guardan una vida interior interesantísima. Y que quizás fue justamente por eso que esa calle tuvo esa intimidad de la que hablás.
    Si el barrio se llama Malvinas, yo le pondría Vida como nombre a la callecita, para exorcisar lo que sucedió en esa guerra y que esos niños demostraron.
    Gracias, es precioso tu texto.

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  8. Un relato y una descripción que nos lleva al barrio.de cada uno... así eran los barrios, aún en la distancia...cruzando provincias como decís por ahí....

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  9. Me encantó tu relato...cuanta emoción..!👏👏👏

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  10. Me encantó tu relato....cuanta emoción !❤👏👏👏

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  11. Me llenó de ternura tu relato, querida Mane, y me llenó de una nostalgia indescriptible. Siento que has tenido el poder de trasladarnos a nuestra propia infancia, a ese rincón que guarda el juego, la amistad, los descubrimientos del mundo, la inocencia. Imposible no trasladarme a ese espacio que previo a tu barrio, fue también mi espacio de aventuras y ensueño. Poblado de sauces en sus márgenes, ofrecía un paisaje insólito que incluía una laguna bordeada también de frondosos sauces llorones. También existían sobre las calles que enfrentaban esa laguna, que hoy la Plaza España. Todo era una invitación a la aventura, tejiendo hamacas con las ramas de esos árboles, colgándonos de ellas a lo Tarzán para terminar rodando por el pasto, juntando sapitos y ranas en cajas de zapatos a los que hacíamos nadar en fuentones de agua o regalábamos a algún vecino incauto en aquel entonces. Aoenas una década atrás de la aparición de tu barrio con su calle, "esa venita" (como admirablemente la nombrás), testigo vital de tu propia infancia. Ya es cómo, también en esto, nuestras historias se entrelazan amorosamente. Gracias por este regalo, amiga. Gracias por ru complicidad de siempre. Un abrazo muy fuerte. Rosana (tu ex profe y compinche en el Taller de Periodismo); hoy, tu amiga.

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    1. Gracias Rosana por tus palabras. Quisiera fotos de lo que contás, para ver cómo fue ese lugar antes de ser ese maravilloso barrio. Cuantas historias guardamos, qué poder tiene la palabra cuando puede salir y llegar a otros/as. Eso lo aprendí de vos, de tus clases, de tus lecturas, de tus prácticos que siempre fueron para mí un desafío y un disfrute. Me da alegría recordarnos en el Taller de Periodismo en el IDFS, porque fue un excelente espacio de creación, de libertad, de inspiración. Luego, una vez que volví, pudimos encontrarnos en otras escrituras, que, espero, no sean las últimas. Te mando un fuerte abrazo.

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  12. ¡¡Qué lindos recuerdos!! Contados con tanta ternura...

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