De la serie: "Amaneceres en cuarentena", por María Inés Álvarez

Una serie es un conjunto de cosas que tienen una relación entre sí y que se suceden unas a otras. 

Podemos pensar en una serie de números matemáticos.

O tal vez en una serie de eventos desafortunados (¡mejor aún afortunados!!) 

Quizá una serie de piezas artísticas similares, referentes a un mismo tema, a veces con las mismas características y elementos en cuanto a color, textura, temática…. Que pueden ser pinturas, serigrafías, fotos. 

Y también obviamente viene a nuestros pensamientos una serie televisiva la cual se trasmite en emisiones sucesivas y mantiene un hilo argumental (sobre todo en esta época de aislamiento donde, si es que ya no lo éramos, nos hemos convertido en consumidores adictos de este producto) 

Todo este devenir y divagar sobre el sentido y sin sentido de las series…es el preámbulo para ahondar en el pasatiempo que adopté en este período extraño de “retiro” que hemos estado transitando en nuestros hogares…… 

Si bien levantarme temprano no es lo que me hace más feliz…me deleito desde mi ventana con ese momento asombroso del amanecer que junto con la caída del sol es el regalo que nos hace la naturaleza en esta serie interminable de los días……. 

Rayos que iluminan mi día y que me gusta pensar, y así es efectivamente, que son los mismos rayos que iluminaron a una de “mis varias mitades” del otro lado del mundo y acariciaron y jugaron con “mis otras mitades” allende el Atlántico. 

Colores que energizan, combinación y variaciones que nunca parecen repetirse, rojos, rosas naranjas y amarillos que conjugan en danza cromática con el cielo y las nubes de formas caprichosas. 

Observar el amanecer me permitió convertir algo cotidiano en algo diferente, extraordinario, abrir los ojos a la belleza, a todo lo bueno que sucede…a pesar de todo. 

Y entonces, fotografiar el momento justo se convirtió en desafío y disfrute, provocación y regocijo. Abrir la ventana y, aun con el aire frío, esperar el mejor momento, detener el instante. 

Luego, compartir la experiencia con mis amigos a través de las redes se convirtió en diálogo, inspiración y “asociación libre”, testimonio y testigo insobornable de esta cuarentena. 

Y entre significantes y significados, dislates y disparates, así fue como, en alguno de esos diálogos locos, la serie fotográfica tal como surgió, mutó al recurrente argumento de una saga televisiva análoga a la cuarentena cuyas temporadas se van replicando como los mejores éxitos de las plataformas de streaming, en una suerte de " Día de la marmota" potenciada por la memoria que elige y re escribe. 

Y así entre risas y comentarios, suerte de refugio distraído y defensa ante la adversidad se va entretejiendo la red, la trama que sostiene la vida. 

De forma análoga a mis vivencias de amaneceres rescato un párrafo de “El Principito”, y su pequeño planeta en donde alguna vez: ¡llegó a ver 43 atardeceres en el mismo día!

“¡Ah, Principito! Así, poco a poco, comprendí tu pequeña vida melancólica. Durante mucho tiempo tu única distracción fue la suavidad de las puestas de sol. Me enteré de este nuevo detalle, en la mañana del cuarto día, cuando me dijiste:

 -Me encantan las puestas del sol. Vamos a ver una puesta de sol…

 Pero tenemos que esperar…

- ¿Esperar que?

-Esperar a que el sol se ponga.

 Al principio pareciste sorprendido luego te reíste de ti mismo”

                                                                        María Inés Álvarez

Maria Inés es oriunda de Comodoro Rivadavia,  residente en  Buenos Aires por elección y convicción , con fuertes raíces familiares y afectivas en San Cayetano.

Psicóloga de profesión , madre de dos hijos " ciudadanos del mundo".