JACOBO (Parte 1 y 2) por Pedro Gustavo Andersen

Jacobo (Primera Parte)

Un día, con los compañeros del salón fuimos convocados para asistir a las clases de catecismo en la iglesia. Nos presentamos el día estipulado y fue ahí, donde por primera vez tomaba contacto con la Iglesia y con el sacerdote nuevo. Siempre había visto pasar de sotana negra a otro sacerdote alto, que me regalaba unos caramelos. El nuevo padre nos invitó a pasar al Templo y nos acomodó en los bancos. Ahí empezó mi historia con el Padre Jacobo. Super dinámico y chistoso, así comenzó a hablar de Dios y a preguntarnos a nosotros quien creíamos que era Dios y otras preguntas. Hasta que en un momento explicó, de acuerdo a nuestra edad, lo que era Dios. Después de explicar, hizo una pregunta que me marcó para toda la vida. Recuerdo que se paró entre los bancos y con voz pensante nos preguntó: "Si pudieran estar con Dios y pedirle algo, ¿que le pedirían?", en ese momento yo solamente escuchaba lo que decían mis compañeros. Unos le pedían una casa, otros un auto, puede ser que alguno haya dicho plata y así era más o menos lo que deseaban. Entonces el padre pasó a delante de los bancos y dijo: "Si ustedes tienen la gracia de estar con Dios, deben pedir el Cielo, que es lo más difícil de conseguir". Esas palabras se grabaron en mi corazón, no sé cómo, pero entendí perfectamente a pesar de mi corta edad. En las siguientes clases nos reunimos en el salón parroquial. Nos hizo traer un cuaderno, lápices de colores y lápices para anotar. El primer día, nos hizo hacer una portada que tenía que representar el cielo. Se acercó a mí, me pidió los lápices de colores y dibujó él mismo el cielo. Recuerdo que fue como un gran arco iris. Recuerdo el día que me llamó para hacer de monaguillo, ¡qué hermosa experiencia! Y desde ya, no fue la única vez.
Pasando el tiempo ya éramos amigos, debo explicar que el terreno de mi casa daba al fondo de la iglesia y más de una vez estaba arriba del paredón charlando con el padre o acompañándolo en su patio. Éste estaba lleno de frutales, gallinas, pollos. Le gustaba tener todo tipo de producción cosa que un día entendí por qué. Yo jugaba en el patio con los pantalones verdes de la gramilla, ¡un desastre de sucio! En eso siento que por el paredón me gritan: "-hey Pedrito! ¿No querés ayudarme?-". A mí siempre me llamó Pedrito cuando no lo hacía nadie. Fui hasta el paredón, y cruzando le dije sí, pero no sabía qué era lo que quería. En eso me llevó a la sacristía, me “enchufó” la vestimenta de monaguillo y me hizo pasar a la iglesia. Cuando paso al altar lo primero que veo era un cajón de un entierro con toda la familia sentada en los primeros bancos. Bueno yo tenía un susto de contemplar la escena... la hija del difunto lloraba, gritaba, y hasta se desmayó. Mi primera experiencia con la muerte….
En el segundo año de catecismo, el padre Jacobo emprendió la obra del fogón de la parroquia. Lo levantó desde los cimientos hasta el techo. Contó con la ayuda de los chicos que habían pasado por la catequesis y algunos otros, que estaban metidos igual, y cada uno ayudaba con lo que podía. Recuerdo el día que se eligió la forma y la colocación de los colores del piso, lo eligieron entre todos.
En esa época visitaron San Cayetano los padres misioneros Adán y Adolfo estos sacerdotes sí que misionaron al pueblo!. Se volcó una cantidad de gente a la iglesia nunca antes vista. Hasta hoy escucho recuerdos de estos sacerdotes.
La otra faceta del padre Jacobo era invitar a comer a distintas personas. Una tardecita, mientras daba vueltas por el patio de la iglesia, me llama y me pide que le junte unas flores de violeta. Cuando se las alcanzo, veo que tenía la mesa con los platos y cubiertos acomodados. Con una delicadeza única, cruzaba tres violetas sobre los platos y me dijo que era para adornar la cena de las personas que iban a ir, estaba en todos los detalles…
Con el tiempo llegó un sacerdote para reunir a los jóvenes. Eso también me llamó la atención, cuántos jóvenes se acercaron a sus charlas, movilizando con su forma de hablar y también con su guitarra, que tocaba algunas canciones de rock nacional que estaban de moda.
Estando en la Escuela llegó un día la invitación para rezar el Rosario de la aurora y yo que siempre llegaba tarde al colegio me anoté para participar. El tema fue que tuve que madrugar para cumplir con el Rosario, y lo cumplí sin faltar un solo día. Después… seguí llegando tarde a la escuela.
Una vez que terminamos la Comunión, llega la noticia que había que seguir con catecismo, porque había que confirmarnos. Uno de esos días que estábamos charlando en la Iglesia, me cuenta una historia de unos jóvenes que se conocieron en la Iglesia y con el tiempo se casaron. Me dijo pensativo: "qué lindo sería que los jóvenes formen pareja conociéndose en la Iglesia". Sólo miré, hoy me doy cuenta del valor que me estaba transmitiendo.
Cuando terminamos con las clases, nos comunica el padre Jacobo que teníamos que elegir un padrino. Este debía ser ejemplo de religión, y yo pensé, ¿A quién elijo? no se me ocurría ninguno.
Pensaba y pensaba y nada. Hasta que de pronto se me cruzó la idea de elegirlo a él. Así fue que aceptó gustoso, hoy puedo decir orgulloso: - “el padre Jacobo es mi padrino de Confirmación"-






Jacobo (segunda parte)

Unos días después de la Confirmación, me llama y me cuenta que mi compañero y yo estábamos invitados a una cena de agasajo por la Confirmación. Cuando llegamos a la Iglesia, había preparado un lugar para los tres. Fue en la casa que daba al fondo de mi terreno, hoy todo está demolido. Qué rara sensación estar invitados por el padre para hacernos un agasajo, yo no lo esperaba. Lo miraba durante la cena y pensaba, cómo estaba cenando con él si era el sacerdote y nosotros unos chiquilines, y él nos dio la misma importancia que a los adultos, la grandeza de Jacobo.
Cuando van pasando todos estos acontecimientos, uno se va alejando de la Iglesia. Pasaron varios años que no me acercaba, hasta que llegó el momento del casamiento. Obviamente fue el padre quien nos casó. Después llegaron los bautismos, de tres de mis hijos y el último lo bautizó el padre Rubén. Cuando el padre Rubén se hizo cargo de la Iglesia, con Mercedes, mi esposa, comenzamos a visitar a Jacobo por las tardes en su nueva casa. ¡Cuántas veces lo encontramos rezando la liturgia de las horas! .Pero cuando llegábamos nos abría la puerta y hacía preparar café, té, pan manteca, tortas (todo preparado por la señorita Mary). Nos juntaba para merendar, pero más para charlar. También encontramos a muchas personas que iban a visitarlo. En esta época, Mercedes llevaba a nuestro hijo más pequeño, Agustín en brazos, solo tenía meses, y él siempre alegre haciendo esos ruidos con la boca, siempre alegre y servicial.Cuando Mercedes estaba embarazada por segunda vez, ya sabíamos que era una nena y buscamos nombre para la chiquita. De algo estábamos seguros, que comenzaría llamándose María, pero María qué?. Un día, terminada la misa, el padre me llama y me invita a tomar un desayuno en la cocina de la iglesia, tengo muy presente la cocina a leña y el olor tan característico de las astillas. Después de merendar, estamos parados y me pregunta si ya sabíamos el sexo y el nombre que le pondríamos. Le contesté que María seguro se iba a llamar, pero María no sé qué. En un instante me dijo: " Lushka", lo que le pregunté qué significaba y me dijo que en su idioma quiere decir Luz. Así fue que sin dudar la bautizamos María Luz y hoy a mi hija la gran mayoría la llaman Luz, casualidad...?
Bautismo de María Luz
En esta época ya no estaba para viajar por las rutas, así que un día me pidió si le manejaba el auto hasta Saavedra. Así que fuimos, siempre con un carácter risueño, cómico. Resulta que ese día jugaba Boca-River y veníamos viajando con la radio apagada. No me decidía a pedirle que la prendiera, hasta que tomé coraje, le pedí y la prendió. Ese Partido lo ganó Boca, grité el gol, me miró y me hizo una mueca risueña. A él no le importaba el futbol.
En otra ocasión, salió otro viaje a Huanguelén, lugar donde predicó por primera vez en Argentina. Fuimos a la casa de una familia rusa muy humilde pero con un corazón enorme. Nos sentimos como si nos conociéramos de siempre, era una familia que el padre quería mucho y no había dicho nada que era el cumpleaños de la abuela de la casa, así que fue toda una sorpresa.
Pasó el tiempo y llegó el día en que tuvo que dejar la Parroquia de San Cayetano, como sintió en el alma tener que dejar de dar Misa. Cuando se fue a vivir a su casa esperaba ansioso la llegada de visitas. Cuando éramos tres enseguida preparaba el altar y celebraba, ¡Qué amor a Cristo! También solía llamarme para que le ayude a hacer la capillita en el porche de la casa, cerró todo e hizo un altar. Ahí podía celebrar sus Misas, a las que asistimos varias veces. Un día llegaron los 60 años de sacerdocio, recuerdo que estaba muy emocionado y hasta tuvo una descompensación. Aun así terminó con su ceremonia. En varias oportunidades se corrió la voz de que había fallecido y aparecía por el pueblo como si nada, fue un roble…
Algo que quiero contar, es que cuando solía estar con él en el patio de la iglesia juntaba clavos, tornillos, alambres, todo viejo, y los apoyaba en una chapa que tenía detrás de la iglesia. Le pregunté por qué los juntaba y me contestó que en la guerra no quedaba nada, el acero era usado en las bombas, cosas que la guerra le había dejado muy marcado. Me contó también que cuando era chico la mamá le preparaba la cama en el altillo del establo, momentos muy duros pasó Europa. En otra ocasión, me contó cómo fue su huida de Trieste, lugar donde tenía su parroquia junto a otro sacerdote. Un día lo llama por teléfono la secretaría del partido comunista, avisándole que el régimen había mandado un escuadrón para asesinarlos. Él rápido agarró una bicicleta que estaba en el alero de la iglesia y subió a una chica al caño de la bicicleta. Él pensó, ¿quién va a pensar que un cura va con una mujer?, y así se fue, con la chica y pasó por al lado del escuadrón que iba a buscarlo. Pudo escapar pero su compañero no. Fue decapitado. Siempre sintió culpa de no haber quedado junto a su compañero, y morir por Cristo. Dios tenía una obra para él acá en Argentina.
Para terminar elijo una anécdota que me dejó pensando por mucho tiempo. Un día me llamó para que le ayudara a colocar unas maderas. Cuando terminamos me subí al auto con la ventanilla baja y él se paró frente a mí. Soltó, lo que yo creo un pensamiento en voz alta, y dijo: "ya empezó a dar frutos". Con el tiempo creo que estaría viendo que salían los brotes que el había sembrado.
Y lo digo con todo orgullo, el ¡Padre Jacobo es mi padrino!

                                                                  Gustavo Andersen



Gustavo es un sancayetanense casado con Merdeces, son padres de  cuatro hijos, y un nieto por nacer. Ama las plantas y las flores: cuidarlas es uno de sus pasatiempos preferidos. Es una persona de fe profunda, a quien el Padre Jacobo grabó en su corazón el amor a Cristo.

 

 

Comentarios

  1. Gustavo leo tu bello y rico escrito sobre el Padre Jacobo y admiro tu memoria y recuerdo tantos momentos vividos! Gracias por compartirnos este tiempo en que disfrutaste a ese Pastor tan particular, tan Pastor!

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    1. Gracias Magalí,siempre supe quién sos, además de militar en política juntos, pero en estas charlas e intercambio de plantas, he conocido a la Magali que tiene un corazón de oro para brindarse a todos.Osvaldo,hijas,y nietita, están bendecidos con su amor.

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    2. Gracias Gustavo! Sos muy generoso conmigo!

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  2. Emoccionante relato muy lindos recuerdos con el padre Jacobo

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  3. Me encantó lo vivido, junto al padre jakobo

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  4. El Padre Jacobo,,,,,,que persona tan maravillosa....no hay un dia que no lo recuerde.Felicitaciones Gustavo, tu relato me trajo tantos recuerdos y tambien algunas lagrimas.....

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  5. Que hermoso recordarlo al padre Jacobo ..gracias x compartirlo..maravillosa persona .

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  6. Me emocioné!! Muy lindoo Gustavo ...tu recuerdoo❤

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  7. Hermoso, me llevo a mí niñez a recordarlo en mí casa, en las charlas con papá..

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  8. Quiero agradecer a cada uno de los que disfrutaron este relato del Padre Jacobo, quiciera saludarlos por sus nombres pero no aparecen,de todos modos ,les agradezco de todo corazón.

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  9. gracias por este hermoso relato..también fue profesor de italiano en la eEscuela Media..lindos recuerdos.

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  10. Qué hermoso recuerdo del padre Jacobo! Casi sin decirlo, el autor nos muestra, cómo el hombre que ama a Dios, enseña a quererlo con su vida diaria, con cada gesto...tengo risueños recuerdos de sus misas, a las que comencé a asistir allá por el año 1980. Gracias señor Gustavo!

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  11. Muchas gracias Lilita!!!El vivía su sacerdocio con ejemplo de vida,cuántas cosas le tocó vivir y siempre con una alegría única.!

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