Un principio y un final, Federico Schmidt.

Mi abuela Titina y yo

                        Hace un poco más de una década, cuando era un adolescente, recuerdo una tardecita de invierno, estilo londinense; donde el clima ameritaba para quedarse adentro y en familia. 
Existen lazos familiares que por más que uno quiera intentar olvidar, es imposible. Y ese recuerdo, selló sin lugar a dudas, la perdurabilidad del mismo. 
Mi abuela materna, Nélida; más conocida por "Titina" en el barrio y por todos sus familiares; algunos la conocían por la hermana menor de Beto, el de La Botica...sí, ella. Una mujer cargada de vivencias, de anécdotas, guerrera incansable de la vida y amada por sus "tres soles", como nos decía ella. Había quedado viuda a los 44 años muy súbitamente, con una hija (mi madre), a quién con fiel cariño y afecto crío. Su lucidez para contar relatos, de esos que uno se pregunta: ¿Son de otro mundo?, y ni hablar de su inteligencia y sabiduría para complacernos a todos con sus deliciosas comidas. Sin embargo, sus innumerables pérdidas de hermanos y sobrinos, y la lucha por una enfermedad por más de 56 años, no opacaron las ganas de criar a sus tres nietos. 
Aquella tarde, donde todos nos desesperábamos por hablar y querer que nos relate algo, se me ocurrió preguntarle: Abuela, ¿te acordás el día que nací?; y desde lo profundo de su ser, y manteniendo la mirada a mi madre, resonó una respuesta que nos dejó boquiabiertos a todos: ¡Cómo no me voy a acordar, si vos te salvaste de milagro! ¡Claro, que me acuerdo! ¿Te acordas, Ana? Mi mamá con una sonrisa, disfrazada de angustia, asintió. 
Esa última expresión: "¿te salvaste de milagro?", no dejaba de hacerme eco en mi mente. 
Rápidamente, y con el televisor de fondo, y esa voz que aún perdura en mis recuerdo, me responde: "Vos naciste un 1° de Abril de 1985, en el Hospital de acá ("Alberto Menditegui") naciste antes de tiempo, pesaste 1kg 200gramos; a los tres días tuvieron que trasladarse de urgencia a Necochea; porque te agarró un virus hospitalario. Te llevaron en ambulancia y te internaron en la Sala de Neonatología de la Clínica Regional. 
Yo acompañé a tu madre, tu padre tenia que trabajar. 
La Tia Pelusa vivía allá (la hija de Beto), ella nos permitió quedarnos, ya que vos Ana habías tenido parto natural (señalándola). Y a vos te dejaron internado allí. Estuviste internado siete días, los médicos te hacían estudios y no sabían lo que tenias. 
Como tu madre tenia que guardar reposo, yo iba a la Clínica todos los días a verte y por supuesto a llevarte la mamadera, solo me dejaban verte a través de una ventanita. 
Lo más desgarrador del relato fue cuando… " una noche te llevé la mamadera, hacía mucho frío me acuerdo… que tenía que caminar muchas cuadras. Esa noche llegué a la Clínica y como no me dejaban pasar, siempre se la daba a una enfermera, y me responde: "¿Y para qué le trae la mamadera? Ya sabemos que no pasa esta noche. Llévese la leche, Señora. 
Recuerdo los gestos de impotencia, rabia, enojo de mi abuela ese día...y exclamaba: "¿Sabes que tuve que hacer? Volverme a oscuras de vuelta por esas calles que yo no conocía, con la mamadera abajo del brazo a la casa de tu tía". 
Al día siguiente, mi abuela vuelve a la Clínica y los médicos iban notando leves mejorías. 
Era la primera vez, que oíamos ese relato de la boca de mi abuela. 
Muchas veces, pensamos que las cosas suceden porque si; pero evidentemente no. 
Y fue así, como 31 años después, un Viernes 14 de Octubre de 2016, estando en la localidad de Adolfo González Chaves, dictando clases, y esperando en una popular Confitería del lugar, admirando un diluvio único, donde la lluvia nl cesaba; recibo un llamado entre cortado de mi mamá; alcanzo a  oír: "Fede, falleció la abuela". Inmediatamente, un hombre del lugar, remisero, me traslada hasta la Rotonda (ya que me movilicé, siempre a dedo). Recibo un llamado de mi padre, Mamá, nerviosa, quiso decirme otra cosa, pero la abuela aún vivía. 
Ni bien me bajo del remisse, una familia sancayetanense detiene su auto y me traslada hasta el Hospital Municipal, tenia puesto mi guardapolvo, el cual me saqué en un abrir y cerrar de ojos, para evitar confusiones. 
Entro a la habitación y encuentro a una de mis hermanas, sosteniendo su mano...habían pasado tan solo 10 minutos y la abuela ya había partido a la casa del Señor. 
Sin lugar a dudas, ella estaba esperándome para despedirse, no lo dudo… 



                                                                Horacio Federico Schmidt. 



Federico ya tiene publicado en este Blog, "Un martes otoñal" , que puedes leer  acá












Comentarios

  1. Federico querido se cuánto se han querido tu abuela Titina y vos, ella fue, y es su recuerdo, fundamental en tu vida...este relato habla del principio de la vida y del final... muy lindo y profundo...gracias por compartirlo!

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  2. Hermoso recuerdo!!! Besos Fede!!! Sé lo que amas a tu abuela y ese sentimiento te acompañará durante toda tu vida!!! Son irreemplazables !!!

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  3. Debe ser cierto que hay personas que están conectadas más allá de lo visible.
    Que relato tan lleno de vida!!!
    Aunque hable de la partida de un ser querido, ambos se han dado vida. Se la das a tu abuela con estas palabras.

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  4. Hermoso y lleno de emoción Fede querido

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