Carta de iniciación, por Jorge Dip


Sería pedante de mi parte decir que escribo. Solo trazo unas palabras para enjuagar el alma de nostalgia o reflejar la alegría pasajera de la niñez. Por estos tiempos post 40 años, intento hallar el génesis de mis conductas, mis pasiones y desvelos. Manifestarme a través de la palabra escrita venía con la carga genética de mi mamá. Ella, con un tercer grado de primaria aprobado como toda educación formal recibida, llenaba cuadernos con textos. Pude leer muy pocos ya que eran su tesoro y lo respeté. Quizás alguna palabra para un hombre que amó después de separarse de mi viejo o un desahogo con la amargura y el temor de conocer a su propio padre. 
Siempre estuve seguro que lo escrito por ella misma la conmovía hasta brotarle gruesas lágrimas o una sonrisa tímida. Con la curiosidad aventurera de los pibes de rodillas gastadas a potrero, observaba sus cambios de estado de ánimo cuando repasaba sus hojas llenas de frases de tinta azul tachadas para reparar un error o un cambio de parecer. 
Mis textos eran las tareas escolares, inocentes, rutinarios, con el aprendizaje adecuado pero sin la noble misión de quien lo hace para encender la chispa emocional de su ocasional lector. Esto incluye al amor,piedra fundacional para las locuras, que embriaga de valentía y sacude los corazones más duros, más cuando son los iniciáticos, los de la infancia. 
Y como los que pretenden ser puentes a través del arte, creen en utopías, amores imposibles y travesías infinitas por los senderos de las emociones, a este humilde aprendiz no podía más que gustarle la chica que dominaba los sueños de todos sus compañeritos de primaria. 
En la centenaria Escuela N° 1, que me alojó los siete años que duraba ese período escolar en los años 80', los que veníamos desde las calles de tierra, nos bañábamos en colonia Paco's o Pibes, salíamos con el pelo bien mojado y peinado, aunque nos duraba un instante y sacudíamos nuestro calzado antes de ingresar para estar más presentables. Soñabamos mucho, con vivir más cerca, crecer rápido, con algún tono más grave para nuestras voces. Pero esa niña que entraba en una preadolescencia nos transformaba en humanos tartamudos y se nos ponía la cara roja si nos preguntaba algo en clase. 
Tenía ojos claros, mirada triste, el pelo claro y una sonrisa que regalaba a sus más cercanos amigos, era inteligente, responsable y hasta las docentes admiraban su desempeño en clase como su carácter amable. No sabía que era la sensualidad ni como una mujer puede derretir con su presencia, pero me gustaba verla de lejos. Era muy tímido y jamás hubiera osado invitarla a acompañarla hasta su casa, o ir a la plaza. Escribí de manera secreta su nombre en la contratapa del cuaderno Rivadavia, no manifestaba que me gustaba porque era el amor platónico de casi todo el salón. 
Un día me preguntó por la tarea, sin más pretensiones de cotejar si la habíamos hecho bien, lo que despertó mi coraje para poder decirle lo que sentía. Eso que podía sentir un pibe de 11 años en esa década, que te gustaba y no sabías por que y que harías si era recíproco. Suficiente incentivo para alguien que quería expresarse y no sabía por donde iniciar. 
Con la leche de la tarde, me animé a interrogar a mi vieja sobre la escritura, si en ese momento dejás de ser vos para ponerte una capa invisible de super héroe y viajás donde desees. Al papel le podés contar todos tus secretos, me dijo. Puede transformarse en un amigo que te ayude a contar los momentos del días, tus miedos, hablarle de la chica que yo sé que te gusta porque me la nombrás varias veces al día y te cambia el tono de voz. 
Me sentí descubierto, a la vez aliviado de encontrar un modo de hablar con esa chica y por qué no, elaborar mi primer carta de amor. Aprendí tantas cosas en un par de días..con mi mamá trabajando pero siguiendo mis pasos, los inseguros, que te hacen trastabillar en los puntos y comas, donde corría a la mochila para que Don Diccionario me quite una duda y me regale un sinónimo. Eran tiempos de biromes y papeles, sumado a mi espantosa caligrafía que observaron todas las maestras que sufrieron mi letra. Descarté borradores y taché hasta el infinito hasta lograr un texto bastante digno para ser entregado a la destinaria. 
Las trampas de la memoria me nublan recordar como fue que le hice llegar ese papel cuidado, con gotas de ese perfume de infancia en los márgenes y lleno de la ilusión transparente de un pibe que manifestaba sus sentimientos a una chica por primera vez. 
En ese viaje imaginario hasta que ella recibiera mi carta, no había lugar para jugar a la bolita ni a las carreras en el patio, ni tiempo para pensar en el intercambio de datos para la tarea. El alfajor que compraba en el kiosco de la esquina era insípido y la invitación al picado de la tarde no era tan atractiva como siempre. 
La primera respuesta fue su cabeza alzada en el pasillo, buscándome, sorprendida por la recepción de un texto de parte de su tímido compañerito. Una sonrisa amable, que con la vida transcurrida te das cuenta que es la ternura que ofrecen las buenas personas, aún cuando no tienen interés. Cruzamos miradas que no supe interpretar durante sociales o matemática, no sé bien porque estaba en las nubes, muerto de miedo... 
Del mismo modo, llegó su carta, muy tierna para no herirme, pero con una negativa a mi expresión de amor. Una clase de gramática y de aprendizaje sobre las relaciones humanas, con las palabras justas que no alimenten ilusión, respestuosas y que no herían en lo más mínimo mi autoestima. 
Mi experiencia iniciática como redactor me dejó el sabor de la primera negativa de una hermosa mujer, pero abrió las puertas de un mundo nuevo, compartido con la escritora que más a mano tuve: mi mamá.

                                             Jorge Dip


Jorge, con la riqueza literaria que lo caracteriza ha escrito otros tres textos en este Blog : "María y los fuegos" que puedes ver desde acá  y "Rituales Compartidos", que puedes ver desde aquí  y "Verano en la Sáenz Peña" que puedes ver acá .

Comentarios

  1. Gracias por compartir tan bello texto, lleno de poesía, que nos transporta a la pureza del amor pre adolescente... y qué bello que Carmen, tu mamá, fuera quien te impulsara a escribir, le conocí otras facetas: como ser una hada en la cocina, donde todo lo hacía exquisito y lo daba con amor... no sabía que además escribía....también heredaste su sensibilidad...Sos un escritor nato!!!

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