Sabores Sancayetanenses, por Jorge Dip

Las calles de mi San Cayetano natal cobraron otro sentido cuando regresé luego de vivir mis años de estudios terciarios. Porque de pibe, las fronteras del barrio ubicado a dos cuadras de la “Usina”, como los habitantes llamaron por años a la Cooperativa Eléctrica, no se extendían demasiado.
Por los laburos de mis viejos y por la distribución geográfica de mis familiares, conocí algunos barrios. En la adolescencia, sin Whatsapp ni otras redes sociales, con los compañeros de colegio como embajadores de los lugares donde vivían, los picados en sus respectivos potreros, me permitieron conocer bastante a este hermoso lugar tan bonaerense.
Cuando ingresé a trabajar en Canal 2, no necesitaba la referencia “al lado de la casa de…” o “frente al negocio de tal” para ubicar el domicilio de un entrevistado, ya que me conocía el nombre de cada calle y no digo que soy un GPS sancayetanense, pero conozco los sectores y un apellido por cada uno de ellos.
Lejos de las aventuras infantiles y de la juventud, de las obligaciones laborales, desde hace un tiempo me gusta transitar los sitios sin apuro, a veces tomando una fotografía para compartir o guardar. Así descubrí casas a las que no le había prestado atención, el carácter de los perros que ven invadido su espacio, el cambio de los árboles en cada estación, nuevas construcciones que amplían la cantidad de habitantes.
Una tarde de invierno, de esas en las que no se está en paz ni con uno mismo, buscando oxígeno para los pensamientos, enfrenté el frío y salí sin rumbo, a ver dónde me llevaba la bronca por algo que ya ni me acuerdo…En parte por esa memoria frágil ante los hechos insignificantes no voy a contar en que esquina me encontré con un bar o almacén de fachada humilde, publicidades de chapa gastadas, ladrillo a la vista y cortinas de metal.
Estaba cayendo el sol de julio, oí voces conocidas dentro y si bien no tengo cultura de tomar la copa, pensé que tengo una buena edad para compartir una charla con los parroquianos y entibiar el cuerpo con una bebida espirituosa.
Costó abrir la puerta, gastada de tantas aperturas, y con el último leve empujón, me di un golpe en la cabeza que me desordenó las ideas. Eso llamó la atención de los presentes que se dieron vuelta de inmediato ante mi ingreso cinematográfico.
Descubrí el mostrador de madera, liso del roce de los brazos laburantes de los que ahogan sus penas, matan el tiempo con un aperitivo o simplemente van a escuchar las conversaciones de los laburos en la bolsa cuando pasaba el tren, los mensuales que recorrían a caballo o se les cae una lágrima recordando un amor, pero lo disimulan quedándose en silencio.

Conozco perfectamente la cara del hombre de sonrisa amable que atendía, lo vi mil veces. En alguna carnicería, en una foto familiar o en la calle tratando de descifrar un anuncio necrológico de la propaladora Publicidad Meléndez para enterarse quien murió y comentarlo en el barrio donde este medio de comunicación no llegaba.
Me dijo: “sentate turquito” con una voz que me retumbó en el alma. Eso demostraba que me conocía de chico o al menos a mi viejo, de quien heredé el apodo. “¿qué vas a tomar para despabilarte?”. Acomodándome en una banqueta elevada le contesté que me sirviera algo para calentar las tripas….como decía mi vieja cuando me servía el mate cocido con leche…
Los presentes, ubicados alrededor de mesas pequeñas, de sillas destartaladas, hicieron una pausa en los juegos de truco y de mus, para largar carcajadas…Un hombre grandote, de gorra de vasco media gastada habló fuerte desde un asiento cercano a una salamandra que hacía del lugar un paraíso: “este ni sabe dónde está!!”… Si, como no voy a saber, si venía por la calle…¿por qué calle venía?...Bueno, pero conozco el barrio y a todos ustedes…
El propietario del establecimiento me reiteró la pregunta, a la que le agregó un consejo: “mirá que acá servimos todo eso que no se consigue en ningún lado en el pueblo”. La curiosidad, un poco de ruido porque pensé que me estaban tomando el pelo por ser la primera vez que entraba, hicieron que la respuesta tenga un poco de soberbia de mi parte. “Servime lo mejor que tengas”, subestimando el lugar y desafiando al comerciante.
Mantuvo la calma y lanzó unas cuantas ofertas que me iban rompiendo la coraza y despertando los recuerdos. Empezó con una lata de galletitas de lata que contenían unas rotas en el fondo y eran las que convidaba el señor Tapia a los niños en los pasillos de Casa Jou. Sacó luego unos bombones que habían formado parte de la mesa de chocolates de la rotisería “La Estrella” de Coco Caligiuri, unas empanadas de queso con azúcar de “La Martita” de los Camejo. “Pedí lo que quieras, el sabor que más te conmueva o emocione…acá lo tenemos”…
Tenía la carta más variada y las estanterías eran eternas. Hizo una pausa y se corrigió: “la única condición es que no se consiga allá”, mientras señalaba en círculos al exterior…Si lo podía comprar en otro lado, acá no estaba, lo que aumentó mi confusión y avivó mis ganas de descubrir otras cosas…
Le pregunté a un señor canoso que se arrimó a llenar la copa que estaba tomando… “el último Cinzano que compartí con un amigo cuando se fue del pueblo y no volvió más, pero este me lo sirven a mí, porque es mi vida, no la tuya…” Por respeto a los demás y a sus identidades no revelaré las demás confesiones, solo que cada uno halló lo que necesitaba para suavizar la nostalgia que sentía.
Entonces jugué un poco, porque los precios me parecieron accesibles. Cada capricho era un mundo que abría y me llevaba a distintos momentos y edades. Pedí una bolsita de caramelos masticables de los que repartía el relojero Moller los sábados a la tarde, un jarabe horrible con sabor a eucaliptus que hacía la abuela Chicha, un churrasco en una tarde en la laguna de los que hacía mi viejo y un buen plato de guiso de arroz de mi mamá. La verdad es que el servicio era excelente, a cada requerimiento le seguía de inmediato una búsqueda fugaz y al instante era servido.
Mantendré en la intimidad, por discreción y algo de timidez, pedidos vinculados al chocolate que disfrutamos con alguna chica en la adolescencia o el sabor de los labios del primer beso que fue servido en una copa de gaseosa. Pero llegó el momento de cerrar y gentilmente me avisaron que el banquete había concluido. Cuando quise saludar, ya se habían ido todos y al querer comentarle al señor que tan buen anfitrión resultó, se había esfumado junto con las luces de ese local ahora vacío.
Salí despacio con la sensación agridulce de lo que se disfruta y finaliza pronto y al cruzar el umbral, una voz de abuelo se despidió diciendo: “ojalá la hayas pasado bien, turquito”.
Con el cuerpo invadido de sabores y aromas de otros tiempos, fui volviendo a casa y al ponerme hielo en el chichón de la cabeza, reconocí al almacenero, a los vecinos que jugaban a las cartas y el lugar que visité…
Es ese que estás pensando en este instante, el rostro es de tus seres queridos que partieron y cada receta es la que guardás en tu corazón. Pegate una vuelta de vez en cuando y compartilas para que no se olviden….
                    
                                                    Jorge Dip

Jorge, es Locutor Nacional, Conductor y Productor periodístico en Noticiero  " 8400" y "Con sabor a Turismo" en CCTV Canal 2 de San Cayetano. Cofundador y Director de Contenidos de los sitios Web  Caynet (www.caynet.com.ar) Portal de Noticias y Producto Local(www.productolocal.com) relacionado a la difusión de productos regionales.Con la riqueza literaria que lo caracteriza, ha  compartido varios textos en este Blog :  "Carta de Iniciación· que puedes leer en este enlace, "Recordando Malvinas con nostalgia de niño..." , que puedes ver desde acá  , "Aprendizajes en la Capilla San Roque", que puedes leer desde aquí , "María y los fuegos" que puedes leer aquí, "Renovando ilusiones futboleras", que puedes ver acá,  "Rituales compartidos", que puedes encontrar aquí y "Romances con la Número 5" que puedes leer desde acá

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Comentarios

  1. Bellísimo y rico, como se caracterizan tus textos....con el "sabor al pueblo" de quien además -como vos- observa, degusta y disfruta justamente de esos sabores que están tanto en una palabra, en gestos, en el trato amable, como en una bebida o un plato en un lugar típico....pintas hermoso cada rincón y situación....gracias por compartirlo!!!

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  2. Muy hermoso recuerdo este relato de nuestro pueblo. Nené Sampaoli.

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  3. Que hermoso lo que escribiste! Es tan conmovedor! Lleva a esos recuerdos tan íntimos y preciados.Siempre me parece que tu escritura tiene la enorme capacidad de despertar hasta las sensaciones más escondidas que tenemos. Muchas Gracias por darlo a conocer y por invitarnos a transitar por esos barrios de la sensibilidad!!!

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  4. Que hermoso escribís Jorge! Me llevaste a mi niñez en un instante...Y aquí estoy, llorando a "moco tendido"del oteo lado del charco, en una playa en la isla donde vivo hace ya casi 20 años!! Buenisimo el blog! Cada tanto paso a leerl@s!! Saludos desde Palma de Mallorca España

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