LA BOHÈME, por Eduardo Parino

 


Me resulta difícil agregar algo a la emotiva semblanza que Magalí nos regaló sobre la personalidad de Jorge Canal. Encuentro arduo la pretensión de adicionar algo interesante a una descripción que retrata tan acabadamente su temperamento. Intentando no caer en la situación que refleja la expresión italiana “il troppo stroppia”, vale decir, que la sobreabundancia repetitiva solo agrega redundancia estéril, solo trataré de referir algunas imágenes de aquellos años platenses cuando nuestras vidas se cruzaron, para reforzar ese perfil que todos conocimos.

Si debiera compararlo con algún personaje de ópera, sería con alguno de los artistas de la buhardilla parisina de La Bohème de Puccini, o con una mezcla de todos ellos, Rodolfo, Marcello, Schaunard, espíritus jóvenes, soñadores, libres, en busca de la belleza, del amor, de la amistad, de la emoción, con “hambre de vivir”, sí…de sorber “el tuétano de la vida”, como diría el poeta Walt Whitman.

Nuestro primer encuentro tuvo lugar en mi casa paterna, una calurosa tarde de enero, mientras aún fatigaba las páginas del Tratado de Biología de Villee preparando el examen de ingreso a medicina. Me dijo que le faltaban pocos meses para graduarse, que se había enterado que me animaba la misma vocación, me trajo el plan de estudios y me habló de sus experiencias en la Facultad, poniéndose a disposición para ofrecer cualquier orientación que necesitase. Volvimos a vernos, ya en La Plata, luego de pasar el ingreso y antes de comenzar las cursadas. Ese primer año universitario nos frecuentamos bastante. Aún formaba parte del Ballet del Teatro Argentino, aunque el incendio de 1977, y la ausencia de un ámbito propio donde concentrar ensayos y presentaciones habían hecho mella en la continuidad de la actividad del cuerpo de baile. La Orquesta Estable, también huérfana de sede, se veía obligada a sonar en cines, iglesias, escenarios no tan adecuados, pero no importaba mientras alimentara la idea de una futura reconstrucción del Teatro, cuyo predio permanecería vallado por años. La dirigía un, por entonces, joven Jorge Carciofolo, muy prometedor, y cuando Jorge se enteraba de alguna presentación me mandaba a decir…”el sábado Carciofolo dirige la Estable con tal programa en el Sagrado Corazón”…y allá íbamos…

Cada vez que coincidíamos en San Cayetano para algún feriado nos juntábamos en la casa de la calle Moreno a escuchar sus discos de vinilo y así pasaban las más grandes divas del arte lírico en sus roles más destacados: María Callas en Norma, Monserrat Caballé en Tosca, Renata Scotto en La Traviata. Yo, habría de convertirme en un operómano quince años más tarde, por entonces, no sabía apreciar el timbre de un cantante, ni reconocer un fraseo elegante, o una coloratura brillante, pero no me atrevía a decírselo, convencido de no estar a la altura de su exquisita sensibilidad, que le permitía gozar de todas esas destrezas canoras que el registro discográfico de los más grandes intérpretes nos regalaba. Era un gran dibujante y solía ser testigo de los figurines que, con gran habilidad, confeccionaba, con el vestuario de los principales roles de La Bayadera, Don Quijote, Cascanueces o Coppelia.

La escasez de oportunidades del Ballet del Argentino, llevó a algunos integrantes a conformar pequeñas compañías independientes y salir al interior de la provincia y así se presentó con el grupo Orkesys en el Cine Teatro Americano. Todos exhibían buen nivel y técnica, pero él descollaba entre sus compañeros y aquella noche fue, sin dudas, la “étoile”. Recuerdo la última salida a escena de todo el grupo, ataviados con una suerte de maillots de bain (como los que se usaban en nuestras playas en los años 30), a rayas verdes y anaranjadas con letras en sus pecheras con las que formaban ingeniosas palabras al son del allegro inicial del 3er Concierto Brandemburgués de Johan S Bach. Lo habían titulado Divertimento Barroco y realmente era una propuesta ocurrente y chispeante, con un carácter jocoso y un ritmo exhilarante. Es probable que la coreografía fuese de su autoría.

Pero la danza y el teatro, contra lo que se pudiera pensar, no era un entretenimiento o un momento de distracción o esparcimiento entre sus deberes médicos. Trabajador tenaz, obsesivo en los detalles, perfeccionista, cultor de aquello que el arte es algo de “talento y mucha transpiración”, lo asumía con real entrega y dedicación. Cuando se hizo cargo de las clases de Danzas Clásicas de la Escuela Municipal que funcionaba en la Casa de la Cultura, recuerdo escuchar su desdén por cierta complacencia -Si uno no sale de un ensayo extenuado-solía decir-es que algo no funcionó. Así como exigía sin concesiones, así de riguroso era en su autodisciplina. Su presentación anual, luego de su primer año a cargo del grupo, en el Teatro Municipal, mostró su trabajo en toda su plenitud. Una velada de gran calidad, finalizada con el can can de La Boutique Fantasque, que traslucía su cuidado toque personal detrás de cada elemento. Nada quedaba librado al azar.

Próximo a finalizar mi carrera y él ya avanzado en la residencia de Neumonología, en el Hospital San Juan de Dios, me recomendó elogiosamente ante su Jefe de Servicio, que era además el titular de la Guardia Externa de los días jueves, para que me aceptara como practicante y pudiera hacer “mis primeras armas”. Su generosidad solía ser una extensión de esa emocionalidad tan especial que lo animaba. Luego, la vida, ese “jardín de los senderos que se bifurcan”, al decir de Borges, nos llevó por distintos derroteros y dejé de ser testigo de todo lo que siguió aportando al teatro y a la danza de San Cayetano.

En el término de un mes, pareciera que las Furias de la mitología se hubieran ensañado con nuestra comunidad, imponiendo su implacable veredicto y silenciando a las Musas. Han reducido nuestro Teatro a escombros y arrebatado a Jorge para siempre. Pero en el eterno ciclo de destrucción y creación, el Teatro, un día, volverá a alzarse de sus cenizas y en cuanto a nosotros, frágiles seres vivientes, cuando nacemos recibimos un libro, la mayor parte en blanco, pero, no todo, allí está nuestra herencia, nuestro linaje, del cual somos guardianes y asumiendo la responsabilidad de contribuir a enriquecerlo, intentamos dejar nuestra seña, nuestra impronta. Los antiguos griegos utilizaban la palabra kharaktér para referirse a la marca que se dejaba en una moneda durante su manufactura. Carácter es también la marca que la vida va dejando en nosotros, es el impacto que ejercemos sobre los demás y es la huella que dejamos al irnos. Está hecho de valores, de propósitos, de decisiones personales, de la forma en que respondemos a los desafíos, de todo lo que constituye nuestro ethos. Si honramos la vida, la vida nos honrará. Jorge vivió y sintió con intensidad, siempre fiel a sí mismo. Su mensaje de vida no se desvanecerá, porque ha sido inspiracional para muchos, que asumirán su legado como propio y continuarán agregando páginas al libro de la vida….

Eduardo Parino


Eduardo es sancayetanense radicado en Ciudad de Buenos Aires, médico, lector voraz, amante de la historia, del arte, de la ópera y la cocina italianas, y de las cosas bellas en general. Tiene escrito otros textos en este Blog, "Mantua, Mantegna y Luciana" que puedes ver desde acá, "Un cuarto con una vista" que puedes leer aquí , "Donde comenzó todo",   que puedes encontrar acá , "Crónicas de inmigrantes" que puedes ver aquí y "La ciudad de San Cayetano" que puedes ver desde acá  y "Cien días como este" que puedes encontrar aquí y "La deriva Lumpen de la Cultura Escolar" que puedes leer desde acá


Comentarios

  1. Eduardo me has maravillado con tu escrito, y -no dudo- que Jorge desde donde esté estaría feliz por estos recuerdos: su amor a la ópera, al arte, a la danza, su generosidad, su avidez por la vida están bellamente plasmados en tus palabras! Gracias por compartirlas y sé que su familia y tantos seres queridos se sentirán gratificados al leerlas!

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  2. Eduardo, te agradezco este relato y si suma a lo vertido por Maga. Jorge era único e irrepetible, gracias.

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  3. Valiosa experiencia en esos tramos de vida compartida, expresada desde una profundidad que exalta el invaluable legado de Jorge desde la admiración y el afecto. Muchas gracias por compartirla.

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  4. Maravillosa descripción para una persona permanecerá siempre en el recuerdo de todos los sancayeranenses

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  5. Excelente Eduardo. Para describir a Jorge no me alcanzaría el tiempo para transcribir la cantidad de hojas que ha dejado escritas en mi corazón. Abrazo grande.

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