Evocando la niñez, por Pedro Alberto Devincenti, partes 1 y 2

Parte 1 

Es realmente algo muy especial las sensaciones y encontrados sentimientos que se experimentan al volver luego de una ausencia prolongada a nuestro viejo y querido Pueblo; al barrio de la niñez; a esas calles tan familiares que nos vieron incansablemente recorrerlas, jugando a la pelota, a las bolitas, a las figuritas ( era casi imposible llenar los Álbumes porque siempre había alguna de las denominadas “difíciles” , que  nunca salía) en pos del quimérico premio.

La época de los barriletes que nos llega con la suave brisa del recuerdo, en ocasiones la pequeña envidia y no confesada rabia que sentíamos al comparar nuestra cometa hecha  trabajosamente en equipo y con modesto papel de diario, con otras lujosas y multicolores, llenas de flecos y oropeles.

Las épicas carreras de autitos, preparados con plomo y masilla adentro, para darle estabilidad y velocidad, en las veredas de tierra, improvisadas pistas con una pequeña multitud rugiente alentando a sus favoritos; las ruedas delanteras de esos bólidos eran las muy codiciadas tapitas de goma de los frascos de penicilina y otros medicamentos.

Los carros hechos con madera y bolilleros (especies de karting) que hacían las veces de ruedas, yo no era muy hábil como constructor pero tenía contactos y facilidad para conseguir los diversos elementos.

Excepción hecha del futbol que se jugaba cotidianamente, los restantes juegos tenían su época determinada con exactitud casi matemática.

Alborotando al vecindario en las tórridas siestas veraniegas, en que  se oía el característico canto de la chicharra; el asfalto que despedía un calor de horno y la brea de sus junturas, derretida por el implacable sol, guerrillas y en ocasiones para tirar con la honda, implemento, éste que había que tener un poco de contrabando, pues de caer en manos de nuestros padres o aún de iracundos vecinos con vidrios rotos, era de inmediato confiscado.

Las frías mañanas invernales en que nuestra madre luego de varios infructuosos esfuerzos, lograba hacernos del cálido lecho. Después de  tomar el clásico café con leche, el partir hacia la Escuela, a marcha lenta y haciendo sonar contra las cerraduras metálicas del portafolios, al que iba atado, el infaltable jarro para el reconfortante mate cocido, acompañado de pequeña y crujiente galleta de media mañana.

Esas horas de camaradería y esfuerzo escolar, un tanto pesadas a veces, aunque al paso de los años, siempre añoradas con la melancólica nostalgia de lo  que  ya no volverá.

Los fragosos recreos, a los que se iba en estampida para aprovechar al máximo el tiempo en el infalible “picado” con la pelota de trapo en el patio grande, a los que la fatídica campana ponía fin; las ocasionales peleas, algunas de ellas con narices sangrantes y todo.

Pantallazos del San Cayetano pre autonomía e inicios de los años 60 me llegan tras  una niebla brumosa y espectral. Me acuerdo la gran rivalidad automovilística entre  dos grandes corredores locales: el “Cholo” Parrachini y Daniel Salerno. El “Cholo” era un piloto muy sanguíneo y arriesgado, en cambio Salerno era más frío y cerebral. Los dos bandos eran irreconciliables. Parrachini se mató en la pista de Pigûé.

El primer gol que recuerdo haber visto en la vieja cancha de Sportivo, fue una volea tremenda que levantó la red ejecutada por Lugo, fortachón delantero de Sportivo frente a Rivadavia de Necochea, también el penal que le vi atajar a Elso, voló hacia su izquierda y atenazó la pelota ( yo esta detrás del arco y algunos hinchas hacían apuestas si lo detenía o no. Elso fue un legendario arquero que dejó una huella en el futbol local y la fama de crack indiscutido del “Yayo” Meléndez, jugador fino, técnico y también de gran temperamento, capital de Independiente.

Elso fue el hombre que me detuvo y apagó a los 9 años, cuando yo corría por la calle Belgrano prendido fuego, era una tea humana, tras  haber estallado  un tambor de alcohol de veinte litros, mientras le cebaba mate a mi padre en el almacén. Salvé la vida de milagro tras dieciséis meses de  padecimientos internado en el Hospital de Niños de La Plata; eso me dejó muy limitado y deteriorado  y no pude cumplir mi sueño de Número 9 de área, salvo en nuestros modestos picados barriales, ¡Hasta los 49 años haciendo goles!

Parte 2     La autonomía

La barahúnda festiva de aquella madrugada mágica de octubre del ’58 en que llegó la noticia que habíamos logrado la autonomía, fue apoteósica. Nos sacábamos de encima el yugo de Necochea después de muchos años de batallar.

La noche se pobló de estruendos,  luces, cohetes y bocinas. El jolgorio y la alegría era general.

El prócer naciente era el farmacéutico Hernán  Apezteguía que    había accedido al bronce lugareño al ser el artífice del extraordinario logro para el devenir de los tiempos.

El almuerzo multitudinario que se organizó en los galpones del Ferrocarril fue una jornada gloriosa y memorable para los sancayetanenses y que aglutinó a las diversas clases sociales en total comunión y armonía. Los chicos de entonces  nunca habíamos visto tanta carne y chorizos  juntos y pensábamos que el Pueblo se convertiría en una gran ciudad de la noche a la mañana como por arte de magia.

En esa época venían curas alemanes a la Parroquia. Eran graves y sombríos y cantaban con voz tonante gutural Himnos religiosos en las precesiones.

Me acuerdo  del Padre Alejo y Kiliam Kemper.

Cuando yo tenía unos   5 años mi abuela Graciana me solía llevar a Misa y escuchaba al cura dar su sermón y se refería muy seguido a la carne, a la sangre y al cordero. Al salir de la Iglesia le pregunté a mi abuela si Dios tenía una carnicería. Ella   me miró un tanto espantada ante lo que consideró una herejía de mi parte. Como nos taladraban la cabeza diciéndonos que iríamos sin escalas  al infierno si mordíamos la Hostia.

El formidable tricampeonato de Independiente, el poderoso equipo Albo con jugadores puntales de la talla del “Pato” Teerink, una muralla en la defensa, el despliegue y el juego del “Negro” Villaroel, los goles del “Chilo” Benítez, el poderoso disparo y calidad de Mastromarino y la solvencia y el cancherismo del “Chalo” Casella.

Otra diversión importante era la lectura de Revistas de aventuras, las mejicanas que incluían vidas ilustres, vidas ejemplares y los clásicos del cine que todos coleccionábamos, en una escala un poco superior estaban los libros de Salgari, Julio Verne y Mark Twain.

¡En  fin!… Recuerdos que llegan en bandada, fugitivos de esos días y que tienen la mágica virtud de retrotraernos, de transportar nuestro espíritu a esa dorada edad y revivirnos aquellos diáfanos inolvidables momentos, superados en el tiempo, pero no en el recuerdo.

                                          PEDRO ALBERTO DEVINCENTI


Pedro es un lector apasionado, disfruta de leer y aprender, además de escribir. Ha escrito en este Blog los textos: " La historia de mis abuelos italianos en La Argentina" que puedes ver  desde acá ,"ADIOS AL AMIGO"-Recordando a Tulio Cosentino, que puedes leer desde aquí , "A mi barrio Sancayetanense. Policromía" que puedes encontrar acá , "AL AMIGO, CON CARIÑO" que puedes ver desde  aquí ,  "Antiguo Bar El A.B.C."  que puedes leer desde acá , "Que 80 años no es nada...Al Zorzal criollo Carlos Gardel que puedes encontrar acá , "Reflexiones"  que puedes ver aquí , "Recuerdo y homenaje al Primer Bachillerato de Adultos" que puedes leer acá y "Alondra fugaz"  que puedes ver desde aquí

 


Comentarios

  1. Gracias Pedro por compartirnos tan rico texto, lleno de historia de nuestro amado Pueblo y también colmado de recuerdos de la niñez, los juegos, algunos diferentes a los de los niños de hoy, tu pasión por el futbol ,y la mención de personas que fueron valiosas en los diferentes ámbitos y también fueron constructoras de nuestro San Cayetano de su vida social, religiosa, deportiva, y de su autonomía, me encantó !

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  2. Qué hermoso tu texto! Nos permite recordar y transmitir imágenes y situaciones de una época que no contaba con tanta facilidad para las fotos, por lo tanto tus palabras se llenan de múltiples flashes en quienes la recordamos y de preguntas, tal vez, en quienes no la vivieron.
    Muchas gracias.

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  3. Gracias Pedro!. Excelente

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