"La Campeona" por Jorge Dip

 

Se torna un tanto complicado evocar un vehículo para quienes, por fobia no resueltas o diferentes motivos, hemos decidido no conducir o manejar ningún tipo de medio de transporte de cuatro ruedas. Pero una foto de mi viejo Abel al volante de su emblemática camioneta verde que fue portadora de decenas de anécdotas, bien vale el esfuerzo de sentarse a pensar en un montón de fierros viejos al que le tuve cariño y respeto.
Tras destrozar una bicicleta de dama color celeste que fuera propiedad de mi tía Negra, cuando los años ’80 no eran precisamente una época dorada en materia económica, mi padre tuvo en sociedad una camioneta Studebaker color roja de la cual no tengo mayores recuerdos, alguna Ford A en las que me enseñó a manejar (tan mal como él) y un singular engendro del demonio que adquirió en Miramar. Este último era una especie de “pesquero”, como se decía en el pueblo, sin techo, color amarillo furioso, una especie de parabrisas recto, gomas traseras anchas tipo competición y “volante al revés”, al estilo inglés, pero en este caso con un motor sencillo. Una combinación perfecta de inutilidad para trabajar, ya que era lento, no se le podían cargar demasiadas herramientas y gastaba tanta nafta que lo hacía un dolor de cabeza y a bolsillo cada vez que se arrimaba al surtidor. Los pibes del barrio felices de ver esa mezcla de auto raro y al que no se podía etiquetar, ya que mi viejo no tenía drama en llevarlos a dar una vuelta.
En un rapto de coherencia, se deshizo de este fenómeno que tuvo su pico de fama en una campaña de Reyes Magos, contratado por una juguetería céntrica que ya existe, para repartir regalos a quienes los habían adquirido en ese local comercial.
El reemplazo fue nada menos que la protagonista de esta evocación, una camioneta Chevrolet modelo 1928 que estaba en muy buenas condiciones, que mi papá le compró a un señor que la tenía impecable. El color se era distinguible a varias cuadras, un verde fuerte, opaco, que hacía juego con sectores en negro como en los estribos. Poseía encendido desde la cabina, forrada en una especie de lona, puertas pequeñas, volante de madera, asientos confortables para dos personas, aunque siempre se subían un par más. Los tradicionales estribos de coche antiguo, una caja bastante espaciosa para contener las herramientas de molinero y un rugir de motor que se escuchaba desde la vuelta de la esquina y un poquito más. Mil veces escuché como Abelito le contestaba a los curiosos que la miraban con detenimiento y consultaban: ¿qué modelo es?, contestarle: “’28, la campeona”, y mentía o decía algún chiste sobre el origen de ese apodo, aunque imagino que es una deformación del auto que esa marca introdujo al país ese año y se lo llamó vulgarmente “Campeón”. Para todos nuestros conocidos, esa chinche verde con las puertas del motor que se levantaban a los costados dejando visible la ingeniería a la que se metía mano cuando no alcanzaba a ser tan grave la falla como para asistir a un mecánico, siempre fue “la Campeona”.
Cero competencias en la que demostrar el apodo, pero nos llevó a pescar a las lagunas cercanas, al trabajo en el campo cuando no venían a buscarnos el propietario del molino que había que reparar, hasta alguna caravana de Boca donde se lució y tuvo roces por su escasez y poca confiabilidad de frenos. La disfrutamos tanto como a los mates mientras dábamos una vuelta, renegamos cada vez que no quiso arrancar o se rompió y nos dejó “a pata”. Fue una conexión entre padre e hijo cuando me dejaba tomar el volante y acelerar hasta alcanzar una velocidad que parecía una locura, aunque comparada con otras camionetas era una tortuga. Supo llevar, remolcando un carro, sillas desde el Instituto Sarmiento al Club Sportivo para el baile de egresados de mi promoción, o los elementos que componían la escenografía para las obras de teatro que poníamos en ese junto a mi amigo Darío Amado y dirigía Arnaldo “Gordo” Ciancaglini.
Esa camioneta verde, destartala, humilde, mudó los sueños de un adolescente de un lado a otro de San Cayetano y los caminos rurales que nos llenaban de tierra o barro. Transportó a un molinero que se ganaba honradamente el pan a puro sudor, acompañado de su hijo que registraba en sus oídos los sonidos del campo y en sus pupilas mapas imaginarios.
En las mañanas de domingo, cuando la soledad es apaciguada por el mate y la nostalgia estruja el pecho, cierro los ojos y escucho el compás del motor de “la Campeona”, el ruido de los cajones de herramientas golpear la caja de madera cuando se acomodan, el olor a nafta y aceite, el golpe de sus puertas que no quieren cerrar al primer intento y la voz rasposa de mi viejo, que tras una carcajada pega el grito: “… ¿y, vamos a laburar o no?. Mientras acomodo el mate, pienso que entiendo un poquito más a los amantes de los autos, que les ponen nombre y cuidan como a un ser querido. Porque aunque a mí no me generen ningún interés los vehículos, me encantaría recuperar esa camioneta, para dar una vuelta por el pasado a bordo de sus recuerdos. 
                                                                             Jorge Dip

Jorge, es Locutor Nacional, Conductor y Productor periodístico en Noticiero  " 8400" y "Con sabor a Turismo" en CCTV Canal 2 de San Cayetano. Cofundador y Director de Contenidos de los sitios Web  Caynet (www.caynet.com.ar) Portal de Noticias y Producto Local(www.productolocal.com) relacionado a la difusión de productos regionales.  Con la riqueza literaria que lo caracteriza, ha  compartido varios textos en este Blog :  "Carta de Iniciación· que puedes leer en este enlace, "Recordando Malvinas con nostalgia de niño..." , que puedes ver desde acá  , "Aprendizajes en la Capilla San Roque", que puedes leer desde aquí , "María y los fuegos" que puedes leer aquí, "Renovando ilusiones futboleras", que puedes ver acá,  "Rituales compartidos", que puedes encontrar aquí , "Romances con la Número 5" que puedes leer desde acá , Sabores Sancayetanenses que puedes encontrar aquí y "Fortunato: el árabe que corre por mis venas" que puedes ver desde acá



Comentarios

  1. Jorge, quisiera dar una vuelta en "La Campeona"... relatas con tanta belleza las cosas sencillas de la vida, que en éste, -como en los otros textos que nos has compartido-, nos haces vivenciar tus emociones, nostalgias y recuerdos, y , nos haces "pasear" por ese tiempo... Gracias por compartirlo!!!

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  2. Que hermoso relato, con esa emoción a la que nos tenes acostumbrados. Creo que de algún modo recuperás a La Campeona, me parece verla y oirla. Gracias!

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  3. Muy bella historia al leerá era como si viajará al pasado y nos viéramos jugando al fútbol en el patio de tu casa un abrazo grande Jorge saludos desde mardel

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  4. Pinto Orlando hermoso recuerdo nosotros eramos vecinos de los Dimarco

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